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Lito, con alma y vida, por Pablo Aguirre Varrailhon




VUELVE UN ÍCONO DEL BARRIO ARROYO SECO

 

El barrio, una esquina y a veces un bar; la barra de amigos, muchos sueños y poco dinero: estos ingredientes eran la receta de miles y miles de clubes en cada esquina de Montevideo. Entre ellas están las de Arroyo Seco, corazón de una populosa zona de la que surgieron jugadores y equipos, entre ellos Lito.

 

Es mediodía de un domingo de julio, en pleno invierno; reunión para hacer un “almuerzo de parrilla completa con ensaladas y postre, bebidas incluidas”, la excusa perfecta de los “litenses” para convocarse en un nuevo aniversario, esta vez con un motivo especial: Lito vuelve a jugar un torneo de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), esta vez en la divisional D. Muchos nombres han vuelto a nuestro fútbol, pero son pocos los que mantienen realmente la esencia del club barrial, esa idea de los colores que fueron pasados de generación en generación, aunque se maquillen con otras camisetas en los años de impasse. Vuelve Lito.

 

Café Lito, café de barrio

La zona de Arroyo Seco tiene por límite natural la bahía de Montevideo, aunque ya no esté a su alcance de manera natural por el desarrollo industrial; la rodean, sirven y construyen Bella Vista, el Reducto y la Aguada. En esta zona, por ejemplo, “en el verano de 1913 en el predio de la quinta de Iglesias situada en la actual calle Palleja, entre San Fructuoso y Entre Ríos, el temerario aeronauta argentino Eduardo Bradley, acompañado del teniente uruguayo Arturo Vázquez Lezama, inició una emocionante travesía en el globo Cóndor, que culminó con un feliz descenso en las inmediaciones del Cerro”*. En 1916, el mismo Eduardo cruzó nada menos que Los Andes desde Santiago a Mendoza, pero esa es otra historia.

Poco más de un año después, el 24 de julio de 1917 (otros sostienen que fue el 24 de marzo) se fundó el Centro Atlético Lito, en la esquina de Agraciada y Santa Fe, precisamente en el Café Lito, cuyo primer propietario fue Manuel Lito Semino: “Si las paredes del Café Lito hablaran, nos ofrecerían ‒como hacen los grabadores modernos‒ las voces confidenciales del Vasco Cea, el MariscalNasazzi, Pelegrín Anselmo, los hermanos Scarone, los hermanos Benincasa, Pablo Dacal, el PetisoVillazú, Uriarte, Capuccio y demás contertulios de la inolvidable barra, con sus sueños, sus esperanzas, sus ilusiones de ‘juveniles’ señores del fútbol amateur”**. Montevideo hervía lleno de fútbol, bares, tango y esplendor, y lo mejor todavía no había llegado para una ciudad en profuso y constante desarrollo.

La avenida Agraciada sirve de arteria esencial en esta zona. El Café Lito funcionaba a pleno pero no era el único. En una de las esquinas de la avenida el Club Belgrano (camiseta verde) tenía su base: “Cualquier asunto referido al Belgrano, cuestión de pase de jugadores, un arreglito de puntos, biabas a referí u otras menudencias y afines, todo se ventilaba y llevaba a cabo en ese feca que era sede, secretaría, gerencia, intendencia, administración general, oficina de cobranza de socios y parada obligada de los hinchas”***. El club declaraba su sede en la calle Freire número 1348, esquina Agraciada. Aparte de Lito (que figura en Agraciada 2647), en la AUF también estaban Rosarino Central (Panamá 1328), y ya un poco más lejos Bella Vista (Olivos 1024); todos de la Primera División en 1927. Pero de la zona, en la Tercera Extra, figuraban el Arroyo Seco F.C. (Agraciada 2602), Montevideo Albion F.C. (Gral. Aguilar 1234) y Santa Rosa F.C. (Agraciada 1991).

Otro caso fue en la vieja y querida División Intermedia (categoría ubicada entre la Primera División y la Tercera Extra) donde figuraba otro club asociado a esta zona: el Club Atlético Suárez (calle Dufort Álvarez al 12a), que con el Centro Atlético Lito tiene un punto en común: el jugador, periodista y escritor conocido como Diego Lucero (su nombre real fue Luis Alfredo Sciutto), que jugó en ambos equipos. En el Suárez, él mismo cuenta que era “centrojás, vicepresidente y capitán”. Después pasó al Lito, según se cuenta en crónicas verdaderamente deliciosas de aquellos años del fútbol amateur, además de haber visto todos los mundiales desde el comienzo en 1930 hasta 1994. Conocía de primera mano a todos los cracks de nuestras canchas por entonces, incluso los que surgieron del Lito.

 

Grandes valores

“Siendo las 22 horas del día 24 de julio del año 1917 bajo la presidencia ad-hoc del Sr. Juan Pérez (hijo) se reúne esta asamblea…”, reza la primera acta del novel club, recogida en el libro sobre Lito, a cargo de Juan Carlos Opiso y Julio Mut. Está transcripta en su totalidad y en ella se designa a Luis Scandroglio, quien más adelante también formara parte de Rosarino Central (ver Túnel, enero-febrero 2022). Se establece una cuota semanal de 10 centésimos, y una larguísima lista de socios fundadores, entre quienes se encuentran algunos jugadores de la época como Luis Villazú (que jugaría en el club), Juan Harley, Isabelino Gradín, Armando Artigas, José Piendibene, Vicente Módena, Jorge Pacheco, Antonio Márquez Castro, Cayetano Saporiti… en fin, después comenzaron a llegar las renuncias, no solo de muchos de estos, sino de otros tertulianos, a tal punto que se estipuló la impresión de doscientos formularios para la renuncia de socios. Eran otros tiempos.

Con el club dando sus primeros pasos, eran muchos los temas por resolver, desde el estatuto, el campo de juego, una sede y los colores de club. Este punto era crucial, para lo cual se presentaron varias mociones de lo más disímiles, por ejemplo “oro y blanco a rayas”, “blanco con una palma en el centro”, “todo verde”, “negra con franja colorada”. Finalmente quedó el azul eléctrico y rojo, a la vez que se aprobaron los estatutos y se estableció alquilar un local, en el que lo primero que se hizo fue organizar una fiesta para los asociados. Jugó en sus comienzos en el viejo parque Lugano del Prado, para después pasar consecutivamente al parque Salvo y al parque Sedalana.

Al año siguiente, en 1918, comienza a competir en los torneos de la AUF en Tercera Extra, donde en la campaña utilizó veinticuatro jugadores. Era tal la cantidad de clubes que se hicieron dos series: Lito integró la Serie B, junto con Fénix, Oriental, Mánchester FC, Progreso AC, Capurro, CS Maroñas, Newton AC y Constitución FC (los últimos tres no completaron la temporada).

 

Lito se ubicó en el segundo lugar detrás de Fénix (a la postre campeón al vencer en las finales a Colón, ganador de la Serie A) con los siguientes números: dieciséis partidos jugados, once ganados, tres empatados y solo dos perdidos. Tuvo la valla menos vencida (siete goles) y anotó veinticinco a su favor. Fue una gran primera campaña, en la que los partidos perdidos fueron ante Fénix y Oriental. También jugó el campeonato Competencia de la categoría, que se disputó en fases eliminatorias constantes, en las que cayó en la primera rueda ante Cerro por 1 a 0.

La revancha llegó al año siguiente, cuando Lito obtuvo el torneo, logrando el ascenso a Intermedia, y repitió al año siguiente para llegar rápidamente a Primera División en 1921. Lito tenía grandes jugadores para lograr esa maratónica escalada, entre otros, nada menos que José Nasazzi, que buscaba pasar al cuadro que fundaron sus amigos en 1920: Bella Vista. Lito no quería dejar ir a la joven promesa y, con el conflicto en puerta, el futuro capitán de la selección pasó a jugar durante un año (así lo exigía el reglamento para quedar en condición de “libre”) en otra liga, la Nacional. Allí fichó por el Roland Moor FC, ubicado en la zona de Peñarol.

 

No sería la única “figurita” que tuvo Lito en sus huestes. En la avenida Agraciada la cervecería Montevideana tenía una fábrica de hielo o, como le gusta decir a Diego Lucero, “agua apretada”. Salían por el barrio a vender en unos carros de metal, transportando las enormes barras cargadas desde muy temprano por los trabajadores denominados “yeleritos”, que tenían la tarea de repartir el agua sólida que quemaba las manos. “Uno de aquellos ‘yeleritos’ de los carros que salían de la fábrica de hielo de la cervecería Montevideana y antes de arrancar para el reparto hacían una recalada frente al Café Lito ahí cercano, era manco [sic]. El Manquito le decían. Se llamaba Héctor Castro. Y aquel laburito lo hacía más por divertirse –porque en verdad era divertido– que por necesidad”***.

Héctor perdió su mano con una sierra mecánica siendo adolescente: “Empecé a jugar en 1920 como jugador del club Lito en Primera División. Creo que soy el único que no actué en divisiones inferiores”, contó años después. Aparte de los títulos con el Lito, fue campeón olímpico (1928), campeón del mundo (1930) y sudamericano, después jugó en Nacional y Estudiantes de La Plata.

Otro caso emblemático es el de Pedro Vasco Cea, conocido como El empatador olímpico porque convertía los goles importantes cuando Uruguay más lo necesitaba. Comenzó jugando en el Sportman, para pasar al club del barrio, donde entre los socios fundadores figuran Miguel y Enrique Cea. El Vasco figura también en la mejor historia de nuestro fútbol: campeón olímpico en 1924 y 1928, campeón del Mundo en 1930 y también dos veces el cetro a nivel continental. Estuvo en Lito hasta 1924. Otra gloria que integró el plantel campeón olímpico de 1924 fue el back Fermín Uriarte, quien estuvo en el equipo que jugó por primera vez en la máxima división de nuestro fútbol. Fue el 2 de mayo de 1921 en el parque Capurro, ante Universal (derrota 0 a 1). Lito formó con: Tossetti; F. Uriarte, Bernat, Marrone, P. Zingone, Caballero; A. Capuccio, L. Villazú, V. Capuccio, P. Cea y Cano.

En el siguiente partido jugó Héctor Castro, que le anotó un gol a Peñarol en el Parque Central, aunque nuevamente fue derrota (1 a 3). La primera alegría llegó el 18 de mayo cuando en La Teja Lito venció a Liverpool 2 a 1, con goles de Vicente Capuccio y Luis Villazú.

Capuccio es un apellido histórico de Lito hasta nuestros días. El equipo tuvo por esos años a dos figuras (hermanos) muy recordadas: Vicente y Alfonso, de familia numerosa, fueron los más jóvenes de siete hermanos afincados en la calle Arroyo Grande 2482, entre Santa Fe y General Luna. Pilares del equipo que logró el camino hasta llegar a la Primera División.

Según crónicas de entonces, hubo dos partidos suspendidos por invasión de público, ante Belgrano (0 a 2, a los 72 minutos) y Universal (1 a 1, a los 68 minutos). En el caso del partido con Belgrano, se jugó el pico restante previo al encuentro de las revanchas: Lito no se presentó a jugar esos minutos, pero sí al partido de fondo; todo fue por un malestar con el árbitro de aquel partido por convalidar los goles viciados de nulidad. En el segundo caso, lo curioso fue que el tiempo restante se jugó el 31 de diciembre de 1921, mientras que el torneo finalizó a mediados de enero de 1922, un año cargado desde lo político para el fútbol uruguayo.

En la temporada de 1921 Lito se ubicó en la sexta posición, de doce participantes. Un punto que aparece perdido en esta historia es que en ese año, como parte del fomento del fútbol, muchos equipos de Montevideo se trasladaban al interior; por ejemplo, Nacional y Wanderers fueron a Mercedes y San José; Peñarol se trasladó a Salto, Paysandú y San José; Uruguay Onward, a Canelones y Durazno; Central a Florida, y Belgrano hasta Cerro Largo. El Centro Atlético Lito tuvo el honor de ir a jugar a Minas, para sembrar una semilla que continúa hasta nuestros días: el Club Atlético Lito, que tiene los mismos colores. Anteriormente, en 1928, se fundó el Lito FC en la ciudad de Carmelo.

 

Redondos y cuadrados

 

Hace un siglo el fútbol uruguayo vivía su mayor fractura en toda la historia, al producirse el cisma que determinó la creación de la Federación Uruguaya de Fútbol (FUF) en competencia con la AUF. Como vimos en la nota de Rosarino Central, Peñarol y Central fueron desafiliados. Algunos equipos se fraccionaron también para participar en las dos competencias, como Wanderers, Charley y Lito. Pedro Cea se quedó en el Lito “asociacionista”, el “Lito redondo”, por tener su escudo con esa forma en la camiseta. Mientras tanto, Héctor Castro se fue con el “Lito disidente”, que para diferenciarse utilizaba una forma cuadrada en su escudo. Ahí mismo, el Mancofue a Capurro a buscar una joven promesa de Fénix: Juan Peregrino Anselmo. No se despeinaba ni cuando jugaba. Para lograr convencerlo no hubo que mediar dinero, sino el tráfico de influencias para conseguirle algo preciado: un empleo público en la UTE, donde fue un funcionario ejemplar. Peregrín Anselmo también fue campeón del mundo en 1930 y de América en 1935.

Así tuvimos al Lito de la AUF, que en 1923 en su debut ante Belgrano (0 a 0) formó con Real; F. Uriarte, De Grandi, Artesiano, Paz, Morás, Vivaldo, L. Villazú, A. Jerjés, P. Cea y Lorenzo. Mientras que el de la FUF, el disidente, lo hizo ante Sportivo Aguada (victoria por 5 a 0) y contó con Martínez; Cappellini y Ariano; Domínguez, Lobos, García, A. Capuccio, V. Capuccio, J. P. Anselmo, H. Castro y Elisalde. Ambos tuvieron una destacada actuación: cuartos (sobre doce) en la AUF, y terceros (¡sobre 32!) en la FUF. Lito en la federación tuvo una actuación excepcional; con más de sesenta partidos jugados, perdió tan solo seis; sin embargo, no pudo ser campeón.

El año siguiente estuvo signado por la participación celeste en la primera gesta olímpica, que tuvo junto con Pedro Cea y Fermín Uriarte, a Pedro Zingone, otra gloria de la rica historia de esta institución: “El gran Perico alma y cerebro del equipo. Un centrehalf de tecnicismo semejante al de Zibechi con quien integró, al igual que Vidal, la delegación olímpica del 24”***. El aporte de Lito a la Selección uruguaya es histórico e inolvidable, sirviendo a la mejor historia del fútbol de nuestro país.

Después de la reunificación de la AUF y la FUF con el laudo Serrato, que dio fin a la fracción más grande sufrida en este deporte, Lito siguió compitiendo pero no pudo aunar aquel equipo que hizo historia. De a poco experimentó un declive. Jugó en la máxima divisional hasta 1928. Siguió compitiendo en torneos de AUF hasta mediar los años cuarenta, y después se debatió en otras ligas de Montevideo. Hoy la barriada de Arroyo Seco vuelve a poner a Lito en una divisional de la Asociación, con la esperanza de repetir aquella campaña de hace más de cien años. 

*Aníbal Barrios Pintos, Montevideo, Los barrios, tomo I.

**Cita sobre Emilio Carlos Tacconi, en el libro Centro Atlético Lito, de Juan Carlos Opiso y Julio Mut.

***Diego Lucero, Estrellas deportivasnº 75.

Consultas al libro Pasiones desafiliadas, de Agustín Montemuiño.

 




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