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Honrando la memoria de Willy, por Jorge Señorans




EDGARD MARTÍNEZ, EL CAPITÁN QUE VOLVIÓ A JUGAR

 

Cuando pasó la mitad de la cancha miró al cielo. Allí estaba su hermano Willy. En el camino le habló: “Vamos a regalarle un gol a la vieja”. En los descuentos la pelota le quedó servida para el regalo. Después de tres años sin jugar, lo tentaron para volver. Tenía 43 años. Jamás imaginó vivir las emociones que le deparaba el destino: lograr el histórico ascenso con La Luz y honrar la memoria de su hermano. Esta es una charla a puro sentimiento de Edgard Martínez con Túnel.

 

Edgard entró al vestuario con un nudo en la garganta. Tomó su ropa, la metió en un bolso y saludó a cada uno de los colaboradores que habitaban el recinto sagrado. Se sintió vacío. Se había cansado de pelear para que sus compañeros percibieran los salarios. El fútbol quedaba atrás.

Un año después lo sorprendió un llamado de Edgardo Arias para asumir funciones como ayudante técnico en el mismo club del que se había ido. Se reencontró con varios de sus excompañeros y con su hermano Williams Martínez, que era el capitán. Arañó el ascenso con Rampla. Se le llenaron los ojos de lágrimas cuando Willy le pidió perdón por no poder lograr el objetivo.

En 2021 su hermano se quitó la vida.

Al año siguiente decidió volver. Por los viejos, por su hermano. Con 43 años se vistió nuevamente de futbolista. Jamás imaginó vivir tantas emociones. El abrazo de sus colegas, las palabras al oído que guardará para siempre en su corazón, la cinta de capitán de su hermano, el histórico ascenso a primera división con La Luz y la charla con Willy que lo miraba desde el cielo cuando, en los descuentos de un partido, fue al área y le dijo: “Vamos a regalarle un gol a la vieja”. Y la pelota le quedó ahí, para empujarla y terminar los minutos finales del juego llorando.

No fue un año más para Edgard Martínez. Fue el año en que sintió que jugaba con su hermano Willy y lo narra a corazón abierto.

 

En 2019 tomaste la decisión de retirarte del fútbol. ¿Qué motivó ese alejamiento?

No pasó nada específico, fue una decisión por un cúmulo de cosas que sucedieron y estábamos viviendo en Rampla. Era un momento complicado porque no se estaba cumpliendo con la parte económica. Esa era una de las cosas que había puesto como prioridad para seguir jugando y en ese momento no estaban dadas las condiciones. Ese tipo de situaciones generan cansancio y, justamente, por no querer vivir más esas cosas con cuarenta años, tomé la decisión de retirarme.

 

¿Cuántos meses llevaban sin cobrar los salarios?

En ese momento llegamos a estar tres meses sin cobrar, pero claro, es un desgaste porque uno como capitán tiene que poner la cara con los dirigentes y con los compañeros, y como líder de grupo quiere que no le falte nada a los compañeros. El tema es que el año anterior, 2018, también había sido desgastante. Llegamos hasta último momento peleando el descenso con algún problemita económico y la prioridad para renovar contrato era estar al día con los pagos. Me habían dado la palabra de que el club iba a estar mejor, el equipo se reforzó con jugadores como Álvaro Fernández y Juan Albín, pero siguieron los problemas.

 

¿Cuánto pesa el tema de ir al frente con los dirigentes? ¿Suelen tomar represalias con el jugador que pelea por el cumplimiento de los sueldos?

Sí, y yo lo sabía porque me había pasado en Sud América. Un día me llamó el presidente para rescindir el contrato. Yo sabía que en cualquier momento podían tomar la decisión, pero estaba dispuesto a recibirla siempre y cuando no dejara de recibir lo mío y lo de mis compañeros.

 

Se dice que el verdadero capitán es el que eligen sus compañeros.

El rol del capitán dentro de un grupo lo tenés que traer desde la cuna. Después, la cinta se la puede poner cualquiera, pero el rol de capitán no es para cualquiera. No todos tienen el carácter o les nace asumir ese rol. Dentro de cada grupo los jugadores son todos diferentes: está el goleador, el de calidad, el que marca y el capitán. Siempre hay dos o tres líderes que sobresalen y el entrenador le puede dar la cinta a cualquiera, pero el rol lo tenés que llevar en la sangre.

 

¿Se transmite ser capitán? ¿A vos te lo transmitieron?

Capaz que por la crianza de uno, sí. Mi padre fue jugador y siempre estuvo transmitiendo conocimientos desde lo que pudo aprender, porque llegó solo hasta la quinta división de Nacional. Creo que es algo que tenés que llevar en el carácter o la formación.

 

Al año siguiente de tomar la decisión de dejar el fútbol iniciaste la carrera como entrenador.

Me fui antes del Torneo Intermedio y en 2020 me llaman para integrar en calidad de ayudante el cuerpo técnico de Edgardo Arias.

 

¿Cómo fue pararse delante de muchos de los que habían sido tus compañeros?

Es verdad, en el plantel había compañeros que habían estado conmigo en Rampla y en otros clubes. Para colmo, sucedió algo parecido a lo que había vivido yo como jugador, es decir, problemas económicos. Lo curioso del caso es que en el plantel estaba mi hermano [Williams], que era el capitán.

 

Te tocó revivir la situación, pero del otro lado de la línea de cal.

Sí, pero entendíamos la situación que nos planteaban los jugadores, era entendible y siempre estuvimos del lado de ellos, junto con Edgardo Arias, que tenía el mismo pensamiento, porque tuvo el rol de capitán y líder de grupo. El equipo paró un par de veces.

 

¿De qué manera conviviste con esa situación? Tu hermano era el capitán del equipo y supongo que en algún momento te comentó la decisión de dejar de entrenar.

Uno la ve venir porque cuando la situación está así, uno no está ajeno. Estábamos en la misma. Las promesas se las llevó el viento y tuvimos que afrontar una situación diferente a la prometida. En ese momento se estaba conformando una sociedad anónima deportiva en Rampla, pero nosotros solo teníamos comunicación con Isabel Peña, de la parte social. El tema es que ella no tenía nada que ver con lo económico, se arrimó a dar una mano porque la situación no tenía remedio.

 

¿En algún momento pensaste que Willy, como capitán, afectaba tu laburo paralizando las actividades?

Habiendo estado en ese lugar, es entendible. Yo no podía exigirle a un jugador al que no se le estaba cumpliendo y que tiene obligaciones en su casa, con su familia y en un fútbol que supuestamente es profesional. Al plantel le habían prometido cosas y el jugador, cuando no se le cumple, se para de manos. Yo no sentía que estaban afectando mi laburo porque, primero, peleaban por lo que necesitan en su casa, el dinero para su familia y para enfocarse en su trabajo. Había un grupo de jugadores que tenía su recorrido, como Maldonado, Gonzalo Barreto, el RataMartiñones, pero no todos tienen el mismo pasar y de pronto hay algunos que pudieron hacer una diferencia económica, pero cuando mirás al costado y tenés a un compañero que no sabés si comió bien o si tiene plata para el boleto, es insostenible esa situación. Entonces, sería egoísta decirle a un jugador: “No, no hagas paro porque estás afectando mi laburo”. A mí me lo llegaron a decir algunos entrenadores y no concordaba con eso. Y no cambié mi parecer.

 

¿Nunca llegaste a jugar con Williams?

No, nunca, por eso fue especial dirigirlo, porque en todos los años de carrera nunca se nos había dado la posibilidad de jugar juntos y se dio de esa manera el año que me pasé de la línea para afuera. Me tocó vivir ese momento con él como capitán. Después sí, nos enfrentamos muchas veces y con diferentes camisetas. La primera fue un Wanderers-Defensor por una Liguilla. Recuerdo que en determinado momento yo rechacé un balón y me lo llevé por delante al Pelado Cáceres. Entonces, mi hermano le empezó a reclamar al Tano Cabrera, que era el árbitro, que tenía que cobrar penal. Y yo le decía tantas cosas… “Alcahuete”, y me acordaba de mi madre también [risas].

 

La pérdida de su hermano

 

En julio de 2021, Edgard recibió un duro golpe que cambió su vida para siempre: su hermano Williams se quitó la vida. La noticia generó impacto en el ambiente.

 

¿Dónde recibiste la noticia de la pérdida de Williams?

La recibí en Estados Unidos, donde solo tenía a un par de amigos para procesar el momento. Fue duro. En la vuelta a Uruguay vine en un llanto solo. No pude parar de llorar hasta abrazar a mi familia.

 

¿Quién te comunicó la noticia?

Me llamó mi mujer desde su teléfono, pero me habló mi hermana. Yo estaba en un cumpleaños en la casa de un amigo y salí a hablar por teléfono. Entonces ella me empezó a preguntar si estaba tranquilo. Como que tenía miedo de que me hubiese enterado por otro lado, porque la noticia corrió rápido. Entonces, me lo comunicó en ese momento. Cuando me dio la noticia me quedé solo en la vereda.

 

Con el paso del tiempo, ¿encontraste respuestas a lo que pasó?

No. Tampoco las busco porque sé que hoy él está en paz y ese es el mensaje que tengo. No puedo buscar un porqué, creo que es una decisión que pasó solo por su cabeza y no sabemos qué fue lo que pasó. Estuve en contacto con Willy dos días antes. Con mis viejos hablaba todos los días y no dio ninguna señal. Era un tipo muy alegre, siempre contagiando alegría, era difícil verlo triste, que te transmitiera tristeza. No podías percibir nada porque siempre estaba alegre. Incluso hablando por teléfono. Lo que había pasado ahí, previamente, es que él había estado con covid, había estado solo, apartado de su familia porque su suegra, que vivía con él y con sus hijas, tenía riesgo de contagiarse. Entonces él, para no tomar ese riesgo, se aisló. Y bueno, ahí estuvo solo. Obviamente le pegó fuerte el covid, lo golpeó, y tuvo días que la pasó mal. Incluso mi vieja le decía que se iba a quedar con él, pero Willy le decía que no. “No vengas mamá, no tiene sentido, te vas a contagiar”, le decía. Así eran las charlas previas, normales de esa situación donde él te demostraba entereza hasta en el momento más difícil que estaba pasando. Se mostraba fuerte, sin embargo, hay cosas que son inevitables.

 

Volver, el homenaje a Willy

 

Tiempo después de la pérdida de su hermano, a Edgard Martínez le deslizaron la idea de volver a jugar al fútbol profesional. Tenía 43 años, hacía tres que había dejado la actividad. Pero, a pesar de las dudas, volvió. Sintió que volver era una forma de tener presente a su hermano.

“Me costó procesar el regreso porque no lo tenía en mis planes. Me llamó Julio [Fuentes, técnico de La Luz] luego que ascendieron contra Villa Teresa, y me la tiró, me la dejó caer ahí, y quedé procesando el tema. Estuve un mes analizando la situación hasta que me decidí. De todos modos, tenía la incertidumbre sobre cómo podía reaccionar en el tema físico. Me retiré a los cuarenta y tenía que retomar a los 43. Había dejado de entrenar todos los días. Ya estaba más que grande”.

 

¿Qué te dijeron en casa, en la familia?

Tengo un hijo de dieciocho años que ya ve y analiza el fútbol, juega fútbol sala en el Ituzaingó de Maldonado, y su reacción fue “Dale para delante. Vamo’ arriba”. Igual que mis viejos. Para ellos mi regreso fue como volver a las canchas. Cuando uno está ahí te siguen a todos lados. Lo tomé como que me había sonado el teléfono para hacer esto y lo tenía que tomar.

¿Cuánto influyó en la decisión de volver a jugar lo que había pasado con Williams?

Influyó sí, porque si no hubiese pasado lo de mi hermano tal vez no hubiese tomado la decisión de volver. Era el sentimiento de que este desafío me lo ponía él y tenía que, de alguna manera, seguir en la cancha también por él. Este año fue así, muy movilizador, fue cruzarme con un montón de colegas de él y que me lo recordaran en cada partido, siempre con un abrazo. Era como tenerlo presente nuevamente, disfrutando con muchos de los que hoy están en el plantel que compartieron ese año con Williams en Rampla. Y eso es muy movilizador porque termina cada partido y viene ese abrazo hacia mí, que también es para él. Las palabras de mis compañeros cuando logramos el ascenso, que me dijeran que estaba ahí con nosotros, que el Willy estaba ahí con nosotros, fueron palabras fuertes que me movilizaron. Yo sabía que iba a ser así, que me iba a remover el tema, pero positivamente. Todo el mundo tiene un buen recuerdo de él.

 

¿Volver fue una forma de homenajearlo?

Sí, digamos que sí.

 

Por lo que decís, para tus viejos también, porque con tu retorno volvieron a ir a una cancha tras la pérdida de su hijo.

Sí, imagínate, desde el momento en que empezamos a patear la pelota andaban atrás nuestro. Cuando a los dos nos tocó estar fuera del país, mi viejo viajaba de un lado para otro. Fueron al nacimiento de nuestros hijos al exterior. Fue una forma de que ellos también volvieran a la cancha y sintieran que su hijo es recordado de linda manera.

 

Cuando les tocó enfrentar a Rampla, saliste a la cancha del Olímpico y en la tribuna local había un cartel que decía: “Bienvenido, Edgard, a tu casa”. No es algo común.

Es realmente lo que yo siento, que es mi casa. Yo llegué en 1996 a quinta división e iba a ver al primero al Olímpico y empecé a hacerme como un hincha más de Rampla. Ese cartel fue muy conmovedor, había estado como rival de Rampla muchas veces y me aplaudieron, pero que te reciban con un cartel diciendo “Esta es tu casa”, es muy gratificante. El simple hecho del gesto es fuerte.

 

Por ahí para vos vale más que un campeonato.

Imaginate. Yo simplemente en Rampla vestí la camiseta a mi manera y esa es la manera que al hincha de Rampla le gusta. Eso es lo que le quedó a la gente. No llegué a ganar ningún campeonato y que te reciban así tiene el doble de valor.

 

Antes de empezar ese partido recibiste otra emoción porque los jugadores de Rampla te entregaron una cinta de capitán con el escudo y el nombre de tu hermano.

Fue una emoción fuerte. Que los mismos compañeros de Willy, que en ese momento eran mis rivales, me dieran su cinta de capitán fue muy emotivo. Fue una iniciativa del Toco Maldonado, con el que teníamos una relación muy especial. Es que ese año que fui ayudante técnico en Rampla, él era compañero de zaga de Willy. Y después me tocó dirigirlo porque, en determinado momento, Edgardo Arias dejó el cargo y me dijo: “Si tenés que tomar el rol de entrenador, tomalo, no tengas dudas”. Ese año terminamos jugando una final contra Sud América que no pudimos conseguir, nos quedamos en la orilla.

 

Mi hermano la empujó

 

Las emociones parecían no tener fin para Edgard. El día que le tocó enfrentar a Cerro, se cumplían nueve meses de la muerte de su hermano Williams. A poco del final del partido fue al área rival con un pedido…

“El día anterior había sido el cumple de mi vieja y a raíz de que tomé la decisión de jugar yo sentía que él estaba ahí conmigo, que la decisión de volver me la había puesto él en el camino y me dijo: ‘Dale’. Ese gol fue conmovedor porque en el camino le hablé, le dije: ‘Vamos a regalarle un gol a la vieja’. Y en el minuto 95 me quedó la pelota para empujarla. Presentía que ese gol a mi vieja, que lo miraba por la tele, le iba a traer recuerdos de su hijo”.

 

Posteriormente declaraste: “Parece que la empujó conmigo”.

Sí, claro, porque recuerdo que ahí mismo nos hizo un gol cuando él jugaba en Cerro y yo en Sud América. En la misma zona le quedó la pelota y la empujó. Fue parecida la incidencia.

 

En determinado momento la televisión te enfocó y vos estabas jugando los últimos minutos llorando.

Me quebré porque hacer un pedido en el camino y que se te cumpla… Me conmovió. Fue como recibir una señal, como diciendo: “Loco, mirá que estoy acá”.

 

Cuando terminó el partido se generó otro hecho significativo: los jugadores de Cerro fueron a abrazarte.

Sí, sí, porque cuando pasó lo que pasó, mucha gente, muchos colegas fueron al velatorio de mi hermano y yo no estaba, estaba fuera del país. Llegué al otro día y no me pude despedir. Me escribieron muchos colegas y con muchos me quedó como un abrazo, como una deuda, fue algo extraño no poder estar. Esos colegas sabían que, al abrazarme a mí, iban a tener un contacto con él. Estoy agradecido por todas las palabras que me dijeron de él, tengo mensajes que son conmovedores y existía ese real deseo de “Bo, loco, tengo ganas de abrazarte”. Y así fue como los jugadores de Cerro vinieron a abrazarme.

 

¿Tenés los mensajes que recibiste cuando perdiste a tu hermano?

Sí, los tengo en el teléfono. Son cosas que se guardan en el corazón. Y cuando te cruzás con esos compañeros a veces hasta te podés llegar a quebrar un poco. Porque el tiempo, para estas cosas, no pasa.

 

¿Qué te dejó tu hermano?

Una frase que me marcó y que prácticamente nos refleja a los dos porque somos los dos muy autocríticos. Cuando jugamos esa final con Rampla, que perdimos, yo estaba con mi hijo grande y Willy vino, se sacó la camiseta y le dijo a mi hijo: “Sobrino, perdón que no te pude regalar lo que te prometí”. Me partió. Entonces le dio la camiseta a mi hijo, me miró y me dijo: “Perdoname, hermano, por no regalarte el ascenso”. Me quebré… [llora] y ahora que me pongo a recordar eso me pasa lo mismo… [La emoción le brota por un instante]. A él le quedó pendiente ese ascenso, pero al otro año me lo terminó regalando. Yo lo siento así. No sentís la conexión de un ser querido hasta que realmente lo perdés. Y yo siento esa conexión con Willy.

 

¿Tenés algo representativo de Willy?

Tengo un brazalete, que no lo uso, que me lo regaló Pablo Fagúndez, que fue su compañero en Rampla y Villa Teresa, y tiene la foto de él.

 

¿Cómo está la familia?

Bien, obviamente tenemos una sensación de paz, que primero fue de mucho dolor, pero sentís que está en un lugar donde está en paz. Esta pérdida te lleva a analizar muchas cosas, verse uno mismo hacia adentro y tratar de buscar sanar. Sentimos eso, que la vida para él continúa porque está presente.

 




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