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El otro uruguayo colchonero, por María Cappa




TúNEL EN MADRID

 

Óscar Ortega, el preparador físico del equipo de Simeone

 

“Montevideo es un aroma, es un perfume. El que está en Montevideo y es montevideano sabe que tiene un aroma especial”, dice Óscar Ortega (Montevideo, 1958). Cuando el profe del Atlético de Madrid habla de su ciudad natal se le encienden los ojos. “El caminar por la rambla, salir a correr por ahí... Es único”.

 

Fotos cedidas por la Oficina de Prensa del Atlético Madrid

 

“El aroma que hay al entrar al Mercado del Puerto no está en ningún otro lugar. Y Punta Carretas a la noche... El sábado a la mañana es Biarritz, el sábado a la tarde, Prado, y el sábado a la noche hay que comer en Punta Carretas. Ese es el planazo que hay”. Alguna vez le han dicho que se parece a Santander, aunque Ortega difiere: “Con todos mis respetos, Montevideo es único. Con su ritmo, su vida, lo cuidado que está, su belleza, su bohemia. Tiene tantos condimentos...”. Tampoco le faltan palabras para los uruguayos, de quienes dice que “están preocupados porque su país ande bien y eso se nota”. Con un cierto orgullo, Ortega explica que “la gente uruguaya, en general, es muy abierta, muy solidaria, está muy politizada, siempre con su punto de vista pero discutiéndolo con un buen nivel. Y tiene un nivel cultural muy bueno, también. Tú te parás con un señor que se dedica a una actividad básica y te habla de puntos de vista políticos y de base programáticas y está siempre fundamentado”.

 

¿Cuál era su relación con el fútbol cuando era pequeño?

Me tocó vivir en una generación en la que jugábamos todos en los campitos, en la calle... Yo vivía en Punta Carretas. En el viejo Punta Carretas –matiza– no en este sofisticado de ahora con shopping. Nosotros veíamos la penitenciaría, jugábamos en los campos de la penitenciaría, en La Estacada... Después pasé a Carrasco, a la parte de Carrasco Norte, donde se jugaba mucho al fútbol en la calle. Así me fui formando como jugador en equipos de baby fútbol con todo lo que despierta a esas edades. No existían los teléfonos móviles, las tablets, las computadoras y todo estaba dedicado a jugar y, a través de la ley natural, divertirnos. Además, tenía mucho tiempo libre porque tampoco existía la doble escolaridad. Iba a la escuela pública que, en su momento (y probablemente hoy sea igual), era muy buena y mis padres confiaban en esa formación. A través del fútbol me fui formando. Era el deporte más específico que practiqué, aunque también aprendí natación, pero fundamentalmente jugaba todo el día al fútbol. Jugué en las inferiores de Defensor... Yo le llamo juveniles, pero en aquel entonces se llamaban inferiores. Fue una linda experiencia. Después, cuando entré a hacer la carrera ya era más difícil la práctica y poco a poco me fui alejando del fútbol profesional.

Así que no llegó a debutar en la primera de Defensor.

No, llegué hasta la tercera. Después tuve la oportunidad de irme a Danubio, pero Defensor no me dejó salir y ahí ingresé en Educación Física. No era algo que tuviera previsto. A mí me gustaba jugar al fútbol, pero mi madre me dijo: “Tenés que hacer una carrera, tantos años haciendo deporte y los profes me dicen que tenés condiciones para hacerla”. Le di la razón y me presenté a las pruebas de admisión pensando que no iba a entrar porque eran casi quinientos chicos, pero entré en una de las cuarenta plazas que había. Tuve mucha suerte, porque, como todos, tuve algunas dificultades y pensaba que era uno más, pero entré. Después me encontré con la carrera más linda que pude haber hecho en mi vida. Los primeros tres meses, te soy honesto, me quería retirar porque no me salía nada. Cuando se lo comenté a uno de los catedráticos me dijo: “Vas a andar muy bien. El que siente eso es porque va a ser un buen docente. Me pasó exactamente lo mismo”. Es que no encontrás el ritmo, es todo nuevo, tenés mil dudas... De a poquito me fui adaptando, me empezó a gustar enormemente y terminó siendo devoción. Vivía para esa carrera. Por suerte, tuve una muy buena generación que me ayudó mucho. Fue una experiencia espectacular, la volvería a repetir mil veces.

 

Durante la carrera se especializó en fútbol y ¿en gimnasia deportiva?

Sí. Mi idea era fútbol, pero la gimnasia deportiva fue algo que aprendí en el instituto. Cuando entré pertenecía al grupo de selección y era espectacular la experiencia deportiva; para mí supuso una cultura física formidable y es un deporte que siempre trato de inculcar como parte formativa. Fue una experiencia sensacional que me sirvió muchísimo los primeros años para trabajar en los colegios. Hacía fútbol, pero, por razones económicas, tenía que dedicarme a otras actividades y enseñaba gimnasia deportiva. Para trabajar en este deporte tienes que estar muy al día y, como me fui vinculando cada vez más al fútbol... Hoy veo gimnasia deportiva y estoy muy lejos, no puedo puntuar la dificultad que trabajan los gimnastas.

 

Loco por el fútbol

 

Más allá del hecho de ser el deporte más popular de Uruguay, es probable que el vínculo emocional del profe Ortega con el fútbol esté ligado a la relación que tuvo desde chico con este deporte. “Vi mucho fútbol porque mi padre me llevaba mucho y tenía la suerte de que equipos como Peñarol y Nacional, sobre todo Peñarol, practicaban al lado de mi casa, así que vi a muchos jugadores: al PardoAbbadie, a Rocha, a Spencer, a Joya... También vi a los grandes de Nacional, porque íbamos mucho al Parque Central”, cuenta. Ortega recuerda que vivió el fútbol de oro de Uruguay, “cuando Peñarol y Nacional tenían equipos importantísimos, campeones del mundo, de Copas Libertadores”. Además, fue alcanzapelotas, por lo que, de un modo u otro, siempre estuvo rodeado de futbolistas. “Sobre todo tengo grabado cuando tenía nueve años y vi el Sudamericano del 67, con una selección argentina en la que jugaban Roma, Marzolini... Jugadores espectaculares. La final la ganó Uruguay 1-0 con gol de Rocha en el arco de la Colombes. Me acuerdo porque justo yo estaba atrás de ese arco. Y otra de ese mismo año que no me voy a olvidar más es el gol que Cárdenas le hizo al Celtic en la Copa Intercontinental... De esas cosas no me voy a olvidar más”, recalca.

Aunque el fútbol lo apasionaba, cuando terminó la carrera se sentía más vinculado a la docencia.

Sí, empecé dedicándole más tiempo a la docencia, la carrera me había ganado; me había ido muy bien en las asignaturas de práctica docente, tanto en la escolar como en la de secundaria, y en la especialidad de fútbol también, así que estaba más inclinado hacia lo formativo. Aunque siempre tenés ese gusanito que te hace querer trabajar en la alta competencia y compaginé las dos facetas.

 

¿Dónde comenzó su carrera?

En las inferiores de River trabajando con Carlos Aguilera, el papá del Pato Aguilera –al que tuvo como jugador– cuando estaba Jesús Rodríguez como entrenador. Era muy jovencito, tenía 21 años y los muchachos, 18 o 19, estaban en cuarta. Aunque me apasionaba el fútbol, respetaba la docencia. Trabajaba en un colegio muy importante de Uruguay, el British, donde empecé a aprender la parte formativa del rugby y a extraer cosas que veía de entrenadores europeos que estaban formando jugadores de rugby o enseñando el deporte en el colegio. Fue ahí donde conocí el sistema de cuadrículas, entrenar en situaciones de juego... Es mucho más apropiado para el rugby, pero también me hizo abrir los ojos para el fútbol.

Después tuve la suerte de recibir mucho material de Francia. Tenía un primo viviendo allí, en Grenoble, que hoy es entrenador en Colombia: Carlos Ortega; él me mandaba mucho material. Era muy novedoso porque los franceses en esa época estaban muy al día. Conocí más al detalle cómo medir los metabolismos, cómo respetar las cargas, cómo respetar los microciclos... Me ayudó muchísimo para compararlo con lo que hacíamos nosotros y para nutrirme. Me fue envolviendo cada vez más el tema competitivo, pero como tenía esa base formativa de docente empecé en inferiores y me sentía bien haciendo ese trabajo.

 

¿Le gustaba el fútbol formativo?

Imaginate si me gustaría que trabajaba en la sexta de Progreso a las nueve de la noche en el gimnasio de ahí y para poder llegar me tomaba el 306, que daba vuelta a todo Montevideo desde Carrasco. Trabajábamos con pelotas de goma chiquititas así [dice mientras dibuja con las manos una esfera de un tamaño similar al de una pelota de handball] porque entrenábamos en lo que, en definitiva, era un cine; lo transformaban en un cine para la gente del barrio, pero para nosotros lo limpiaban, corrían sus butacas y ahí practicábamos. Era un trabajo sobre todo vocacional. Después estuve en la Liga Universitaria donde tenía doble función: dirigía y entrenaba. Tuvimos la suerte de lograr un récord: empezamos muy abajo, pero ganamos todos los torneos y llegamos a primera división. Es un grupo fantástico que hoy día, siendo gente grande, se siguen juntando, siguen jugando al fútbol, me esperan cuando voy a Montevideo, viven alentándome en los resultados... Tenemos una relación formidable con los chicos del Montevideo Cricket.

 

Después de esta experiencia pasó a Peñarol.

Sí, de ahí me fui a las inferiores de Peñarol. Y de ahí me llegó el salto a primera, que fue cuando tuve que dejar todo lo docente. A Peñarol llegué en 1985, me llevó Alfredo Estavillo. Él me conocía desde niño, del barrio, y sabía que había hecho la carrera, así que me llevó como ayudante a la tercera. Me tocó ir a India cuando él hacía la liguilla, viajar con el primer equipo... Trataba de nutrirme de todo: cómo entrenaba, cómo trataba a jugadores de esa talla... Porque tenía a Fernando Morena, Alzamendi... Fue una experiencia muy linda. Estuve con él en el 85 y 86 de ayudante. En 1987 llegó el maestro Tabárez con José Herrera y yo estaba con Ramón Silva en el segundo equipo. Terminó ese proceso y Luis Garisto me invitó a trabajar con él en el fútbol argentino. Fue otro salto muy importante, porque Argentina fue campeón del mundo en el 86 y yo fui en la temporada 86/87. Estoy muy agradecido a Luis. Siempre digo que fue mi padre deportivo. Me enseñó la otra parte: “Dejemos la docencia de lado, dejemos los metabolismos de lado”, me decía. Me enseñó cómo debía trabajar en esta profesión. Me enseñó muchas cosas.

 

¿Recuerda algo concreto que aprendiera de él?

¡Sí! Te digo... He recibido la gran ayuda de Luis, trabajé ocho años con él. Un día, cuando estábamos en Unión de Santa Fe, hice un trabajo de circuitos. Muy bueno, estaba muy bien, era muy novedoso para la época porque eran situaciones de juego que se mezclaban con cargas físicas. Estaba bastante bien. Y cuando terminó el entrenamiento se me acercó Luis y me dijo: “Muy bien el entrenamiento de hoy, muy bien dosificado, tuviste en cuenta lo táctico. Me ha gustado. Pero ¿ves el cono que está allá? ¿El naranja? Tiene que ser amarillo. ¿Ves el palo que está allá? Le falta la bandera. ¿Ves la portería? Tiene la red rota”. Y yo lo miraba sin entender muy bien. Entonces agarró un papel de diario y me preguntó si conocía el chocolate suizo. “Sí, lo conozco. No tuve la suerte de probarlo, pero lo conozco”, le dije. Y me respondió: “Sabés que es muy bueno, entonces. Bueno, yo lo voy a envolver en este papel de diario. ¿Te acordás del chocolate de Uruguay? Uno cualquiera, el que te guste. Bueno, lo voy a envolver en papel de celofán. Si vos no sabés qué tiene cada envoltorio, ¿cuál agarrás?”. “El de celofán”, le dije. “Bueno –respondió– hay que vender bien el trabajo. Tenés que poner el cono bien, la bandera donde va... El trabajo fue muy bueno, pero si está bien vendido, va a ser espectacular”.

Todo ese tipo de vivencias me fueron formando. Aprendí a armar un entrenamiento antes que entren los futbolistas porque si está todo armado, todo bien colocado, el jugador que entra piensa: “Esto sí es organización, esto es entrenamiento de verdad”. Más allá de que la propuesta sea buena, la presentación es fundamental. De Luis aprendí muchas más cosas, esto sólo es un ejemplo. Al estar tantos años con él fui corrigiendo y aprendí a vender mejor las tareas profesionales, a darle una imagen, lo mismo que la vestimenta o los lugares.

 

¿Los lugares?

Quiero decir que los jugadores tienen que cuidarse cuando van a un lugar. Qué toman, cómo van, hasta cuándo están. Tienen que cuidarse porque viven del deporte y de su estado físico. No sólo se trata de ir aprendiendo, que lo va a hacer, sino de cómo lo vende, porque es muy difícil llegar al fútbol competitivo.

 

¿Hay diferentes corrientes dentro de la preparación física?

Sí, hay corrientes que se van diferenciando por metodologías y estas van marcando los pasos. Siempre tuve una metodología integrada al deporte.

 

¿Eso qué quiere decir?

Que trabajo integralmente para un deporte y que tengo que conocerlo. No sólo en su reglamento, sino en su gasto metabólico, las características que tiene... Conocerlo para poder buscar una metodología, en cuanto a la forma deportiva, que sea aplicable a ese deporte. Eso no quiere decir que no extraigas estructuras de otros deportes. Yo del rugby extraje muchas cosas, de la gimnasia deportiva también... Pero básicamente se trata de conocer en profundidad lo que es el fútbol. Aunque no seas entrenador, tenés que conocer las distintas formas tácticas que aplican los entrenadores, las distancias que se manejan, a nivel reglamentario hay que estar al día de todas las novedades, de las intensidades con que se juega. También, respecto a las distintas escuelas o metodologías, hay que saber por qué se llega a esas conclusiones y, sobre todo, tenés que sentir cómo te gustaría que te entrenaran, tener tu propia convicción, más allá de que puedas ver metodologías o estructuras que te gusten o que te parezcan buenas. Tienes que estar abierto, pero hay que entrenar como nos gustaría que nos entrenaran, no copiar por copiar, sino llevar al campo lo que realmente sentís, porque si no es imposible. Es como los cantantes. Uno puede cantar excelente, ser un tenor espectacular, pero viene otro que tiene una voz rasgada, algo peor técnicamente, pero a vos te llega. ¿Por qué? Porque lo está sintiendo. Con el entrenamiento pasa lo mismo. Tienes que ver cómo se está trabajando, lo que se está haciendo y, lo que te guste, tratar de transferirlo como lo sentís tú. Más allá de si vamos a tratar con un metabolismo, se estudia, todos vamos a aplicar macropausas y micropausas acordes... Pero en los contenidos es donde tenés que hacerlo tuyo.

 

A grandes rasgos, Ortega distingue tres tipos de metodologías. Primero, la ortodoxa, que se basa en un trabajo meramente físico y sin guardar una relación concreta con el fútbol; según afirma, “ya prácticamente no se utiliza”. En segundo lugar aparece la que él denomina “integrada pura”, que podría definirse como aquella en la que se trabaja casi exclusivamente a partir de situaciones que pueden darse en un partido y en la que la pelota adquiere un papel fundamental. Finalmente está la “metodología integrada plural”, de la que podríamos decir que aglutina diferentes disciplinas (trabajos puramente físicos, trabajos con pelota, ejercicios que se practican en otros deportes) que después se van a aplicar a la preparación física del futbolista.

¿Cómo trabaja usted?

Trabajo con la metodología integrada [plural]. Es decir, integro estructuras de muchos lados. Así interpreto yo el significado de “integrada”. Hay otros que interpretan que “integrada” se refiere sólo a las situaciones de juego, pero considero, sin ser el dueño de la verdad, que el método integrado necesita cubrir las fugas que habría si trabajáramos sólo sobre las situaciones de juego. Creo que hay que utilizar también métodos más ortodoxos. El futbolista está mucho tiempo sin el balón en el campo y necesita estar en el juego en condiciones, tanto cuando es definitorio en la toma de decisiones como cuando tiene que salir a recuperar. Necesita las cualidades físicas y hay veces que hay que desarrollarlas con métodos más ortodoxos. Así lo entendemos nosotros. Esto no quiere decir que no sean integrados; no, están integrados en el juego y van a ser transferidos a través de situaciones de juego. Y también son distintos los contenidos en función de que se esté en un período preparatorio, en uno competitivo. No hay que descartar nada. Hay estructuras para entrenar todo, no hay que cerrarse, todo se puede integrar. La fuerza se puede integrar, la velocidad se puede integrar.

 

Siempre y cuando se apliquen al fútbol.

Exacto, en cuanto a relación de gastos metabólicos, distancias, los contactos que hay, los cambios de ritmo... Siempre tratando de buscar el sistema de juego que aplica el entrenador, que es muy importante. Trabajamos para una forma concreta de jugar y con un entrenador que es muy dinámico. Es un fútbol en el que hay que salir a presionar, si perdés la primera presión tenés que recuperarte muy atrás y de ahí salir al contragolpe. Son distancias largas y es distinto entrenar eso a un equipo que juega sobre la base de la posesión del balón. Las dos estructuras técnicas son muy válidas, pero la forma de entrenarlas es distinta. Por eso buscamos un método integrado plural y no uno puro, porque no puedo establecer situaciones de juego permanentemente cuando necesito mucho recorrido, más allá de que lo pueda hacer con el balón, que creo que es donde empiezan las discrepancias. Hay gente que cree que si tienes un balón ya es una metodología integrada, pero hay que tener cuidado con eso porque un balón se le puede poner a cualquier ejercicio. El problema es qué importancia tiene dentro de ese ejercicio y qué importancia tiene si no está. Por ejemplo, un ejercicio integrado también es que un futbolista recorra cuarenta o cincuenta metros para crear un espacio que otro pueda explotar.

 

Otra de sus características es que entrena recreando situaciones del partido, incluso en función del rival. ¿Cómo trabaja, desde lo físico, para enfrentar a un equipo como el Barça, el Sevilla o Las Palmas?

Sabemos que, para jugar contra aquellos equipos que tienen una buena posesión del balón, tenemos que buscar sectores del campo donde podamos presionar y hacerles daño. Por tanto, buscamos tareas que estén orientadas a esto. Un intermitente táctico, por ejemplo. Son trabajos intermitentes sobre la resistencia con una finalidad táctica en recorridos que se nos van a presentar. Si sabemos que es un equipo que tiene mucha posesión y no tiene mucha velocidad arriba, salimos a presionar arriba. Esos trabajos de presión son duelos en sectores del campo que son más amplios. Otra cosa es trabajar duelos de uno contra uno o de dos contra dos, que pueden suceder en cualquier sector. Pero es distinto cuando se sale a presionar a campo abierto, hay que bascular de una forma y buscar las presiones de una forma. Toda esa estructura tiene que tener una finalidad también desde el punto de vista físico, táctico y psicológico. A eso le llamamos elaboración de situaciones de juego según el rival.

 

¿Y si tienen que enfrentarse a un equipo más físico, que prescinde más de la pelota y cuyo juego está basado en el contragolpe?

Si nos encontramos con un equipo más físico sabemos que domina el juego largo, que se trabaja mucho el juego aéreo, que nada más llegar a banda te va a colocar la pelota de primera al punto de penal. Entonces trabajamos mucho el juego aéreo –porque sabemos que nos van a tirar centros de todos lados–, la segunda pelota, que es muy importante y que tiene que ver con los cambios de ritmo hacia atrás, porque no sólo se achica para adelante, sino también hacia atrás.

En el carácter ofensivo, si es un equipo que sale jugando tenemos que tratar de salir a presionar y atacarlo rápido. Contra algunos equipos es importante hacerlo. Respecto a los trabajos de definición, si en un partido nos vamos a replegar, sabemos que los trabajos defensivos son de distancias un poco más largas que las normales. Podría dar mil ejemplos de esta forma de trabajar, que llamamos microciclos inducidos al rival. De todas maneras, armamos los microciclos según la etapa del año, nunca son planos, nunca son iguales. Y no sólo por las características del rival, sino también porque unas semanas disponemos de estructuras para fuerza, otras, de estructuras para la resistencia o estructuras para la velocidad. Algunas semanas vamos cargando, otras recargamos, descargamos en otra. Es lo que se llama dinámica de carga, que no es otra cosa que buscar los contenidos de cada uno de los entrenamientos que conforman cada uno de los microciclos y que elaboran esa cadena que es el meso y el macrociclo, que buscan una dinámica que pueda mantener la forma del equipo.

 

Supongo que el entrenamiento físico de los porteros será diferente.

Sí. Generalmente, ya desde el acondicionamiento tienen un trabajo específico que está inducido por nosotros en algunas cualidades como la fuerza y la velocidad, pero fundamentalmente es el entrenador de porteros el que se encarga del trabajo. Eso sí, siempre teniendo en cuenta lo que hace el resto del equipo esa semana. Si hacemos trabajos de fuerza, los porteros, también, o resistencia, técnica... Esa estructura se respeta.

Fútbol y carnaval

 

Una de las cosas que Ortega más echa de menos de Montevideo es la feria de Villa Biarritz. “La extraño mucho. Mucho

–subraya–. Desde chiquito que voy ahí. Hoy, la única propiedad que tengo está en Villa Biarritz. No por la feria, sino porque salió un buen negocio y pude comprar en una zona que es hermosa de Montevideo por todo lo que la rodea: ese pico con Pocitos, ese enganche con La Estacada... Y es mi viejo barrio. En aquellos tiempos era imposible que pudiéramos comprar algo, pero ahora, gracias al trabajo y a tantos años, pude tener algo ahí”.

Es en donde cada año le gustaría estar para disfrutar de su otra gran pasión: el Carnaval. “El Carnaval y el fútbol son elementos populares que van muy de la mano. En Uruguay son el sentir del pueblo”. Dice que cuando trata de explicárselo a los españoles, no entienden ese fervor, lo que es bastante lógico. Aunque los carnavales de Cádiz y Santa Cruz de Tenerife tienen categoría de Fiesta de Interés Turístico Internacional y en Las Palmas también se celebran con un gran despliegue, en general en España estas fiestas pasan bastante desapercibidas. A diferencia de lo que ocurre en territorio español, Ortega explica que en Uruguay “el Carnaval está tan bien diseñado que ves revistas de primera línea, lubolos, humoristas, murguistas, parodistas...”.

Su vínculo con esta fiesta popular le viene de muy pequeño: “Lamentablemente falleció hace unos años, pero mi tío fue el dueño de la Embajada del Buen Humor, entonces siempre estuve muy relacionado con el Carnaval. Cuando empecé como preparador físico en River tenía mucha relación, a través del Tucho Orta, con Los Gabys y a Mario (hijo de Orta) lo tuve de futbolista. Hoy día mantenemos una muy buena relación, nos vemos casi siempre aquí, en España”. A pesar de que lo disfruta todo, si tuviera que quedarse con una categoría sería, sin duda, la murga. “Siempre lo asocio a los equipos de fútbol”, explica. “Cuando hacen la pretemporada y se juegan un par de amistosos, digo: ‘Guarda que tiene buena letra, ¿eh?’. O: ‘Este año está para Agarrate Catalina’ o ‘para la Reina de la Teja’... El carnaval para mí es... Mirá, yo voy a los partidos y mientras muchos de los muchachos escuchan su música yo escucho murga. Desde que subo al bus hasta que llego al estadio estoy compenetrado con la letra de la murga porque me da fuerza”.

 

A lo largo de su carrera ha trabajado con varios entrenadores durante largos períodos. ¿Es mejor así o da lo mismo que integrar un cuerpo técnico de manera puntual siempre que haya diálogo y entendimiento?

Defiendo enormemente la estabilidad de un cuerpo técnico. Si se quiere no he estado con muchos entrenadores, pero siempre que he trabajado con alguien me ha tocado estar mucho tiempo con él. O sea que siempre tuve la suerte de tener estabilidad. La otra situación de ir de un entrenador a otro no la conozco, no la he vivido, pero sí me he sentido muy cómodo y soy muy afortunado porque he podido trabajar con entrenadores que me han soportado [dice con cierta sorna] durante mucho tiempo y he podido hacer lo que realmente he sentido. Más allá de ponerme de acuerdo o explicarles algo que me parecía importante, que es trabajar para su forma de jugar, todos los entrenadores con los que estuve siempre me dieron su confianza, siempre tuve su aval. Eso también me ha ayudado a desarrollarme. Aunque siempre fui muy cauto y respeté mi lugar y el lugar del entrenador.

 

¿En qué sentido?

En darle la última palabra a él. Comentarle todo lo que pasa, sí, pero darle la última palabra porque los entrenadores tienen un sexto sentido. Intuyen más de lo normal y, aunque a veces se equivocan, como todos, hay veces que no encontrás la solución y ellos tienen la punta. Después está en vos seguir transitando, pero hay que escucharlos. Generalmente son gente de muchos años de fútbol, de mucho vestuario, hay muchas experiencias vividas... Y aunque no las tengan, sí que tienen mucha convivencia con el futbolista. Saben que del otro lado hay alguien que calzó bota y saben lo que sienten esos jugadores. Saben lo que les pasa cuando los quitas, saben qué significa un gesto, saben cuándo no están bien porque los sacaste, saben cuándo están mal porque no lo ponés y merece jugar. Todo eso hay que escucharlo. Y también cuando te dicen que les gustó un trabajo o que se incida en una determinada actividad porque estamos llegando bien a los partidos, una dinámica que le parece la más adecuada...

 

En el caso del Atlético de Madrid, ¿cómo se planifican los entrenamientos? ¿Se diseña la preparación física en función de los trabajos tácticos que quiera hacer Simeone?

Sí. Por ejemplo, si vamos a enfrentar a un equipo como el Barcelona necesitamos muchos trabajos neuromusculares porque ellos toman decisiones muy rápido y son jugadores de alto nivel técnico. Si los dejás pensar la vas a tener muy difícil. Si vas a la presión, no podés dudar y si tenés que acortar los espacios en determinados momentos del partido, hay que estar preparado. Tenés que estar muy coordinado, muy agresivo. Agresivo no en el mal sentido, en el sentido de golpear, sino de intenso. La intensidad no es locura, tiene un escalonamiento atrás. Entonces el entrenamiento tiene que tener un acondicionamiento hacia la fuerza explosiva y trabajos rápidos en la salida, porque a los equipos que tienen posesión de balón, atacándolos rápido es cuando los podés agarrar en alguna situación más precaria. En los repliegues tenés que tomar la iniciativa, en la presión tenés que trabajar muy bien los cierres. Esos son todos trabajos neuros.

Todos estos trabajos vienen de una línea que te marca el entrenador. Por ejemplo, dice que tenemos que trabajar en definición o que tenemos que hacer sobreposición para romper las líneas. Bueno, tus trabajos de coordinación de ataque tienen que ser con sobreposiciones, con trabajos en forma de U, giros para evitar ese achique. Y eso viene de la lectura del rival que han hecho el entrenador y su ayudante, viendo videos o como sea.

 

El rol del entrenador es el de líder del grupo; los futbolistas tienen referentes dentro del vestuario, que suelen ser los jugadores más grandes... ¿Cuál es el papel del preparador físico dentro del equipo?

El de mantener una forma deportiva estable, buena. Creo que es el principal camino. Muchos dicen que es más amigo del jugador, pero yo, de lo que conozco del fútbol profesional, de los treinta años de experiencia que tengo en primera, creo que la amistad en los entrenamientos de alta competencia tiene que ser paralela al entrenamiento, pero no confundir ambas cosas. Si entrenamos en alta competencia, tú tenés que exigir y en el momento en el que exiges, se va la amistad. Hay que exigir rendimiento y para ello tienes que preparar para el alto rendimiento. Entonces eso de que el entrenador está apartado porque es el que toma las decisiones y el profe es el que está con los jugadores... no. Tengo muy buena relación con los jugadores y siempre la voy a tener, fundamentalmente porque les hablo claro. Les digo la verdad, que para mí es el mejor camino. Cuando no estás, no estás y cuando estás, estás. Y cuando creo que tenés que descansar, descansás; y cuando creo que tenés que trabajar, trabajás. Entonces considero que el preparador físico es la persona que marca una línea, un trayecto de vuelo que busca estabilizar la forma deportiva y llegar a un buen puerto en función de los objetivos que se marcan, junto con el entrenador, para el equipo.

 

En el número de julio/agosto de Túnel, el profe Herrera contaba que, antes de jugar las copas América, planifica una especie de pretemporada que los seleccionados tienen que hacer desde seis semanas antes de que empiece el torneo. Siempre en función de la disponibilidad del equipo en el que juegue cada futbolista. ¿Lo han podido hacer alguna vez los uruguayos del Atlético de Madrid?

Lo que pasa es que Godín y Giménez están en un equipo en el que es un poco complicado. Por ejemplo, el año que ganamos la Liga fuimos el equipo que jugó más partidos, 61 en total. El año pasado, que llegamos a la final de la Champions, teníamos siete partidos más que el Real Madrid. Y encima somos un equipo que no tiene mucha rotación. Es muy difícil hacer algunas de las tareas porque aquí hay un buen trabajo de los rehabilitadores en cuanto a la parte preventiva, pero fundamentalmente hay muy poco tiempo porque jugamos tantos partidos que se hacen muy difíciles esas últimas seis semanas. Y el poco tiempo que hay se dedica a la preparación porque estás llegando a los seis últimos partidos de liga, estás llegando a los momentos clave de la Champions, Copa del Rey... Entonces es muy difícil hablar de carga extra o de esa mini pretemporada... Sí, a veces hay 48, 72 horas, a veces hay cuatro días... Pero no tenemos ninguna semana libre. Lo que sí intentamos hacer es mucho trabajo preventivo. Por eso, cuando llegan esas semanas, tratamos de establecer las bases para que cuando lleguen a ese momento tengan una acumulación de trabajo tal que nos dé la posibilidad de seguir afrontando todas las competencias. Con esto quiero decir que el plan me parece una muy buena medida de José, pero a veces, por razones de tiempo, no se pueden realizar.

 

¿Está al tanto del movimiento que protagonizan los futbolistas uruguayos, el llamado #MásUnidosQueNunca?

Sí, a través de Diego [Godín], que me cuenta algún detalle, aunque muy por encima. Más que nada es una inquietud de los futbolistas. No estoy demasiado al tanto como para dar una opinión. Seguramente, si existe este tipo de movimiento, sabiendo cómo se manejan los chicos que tengo aquí, que son muy buenas personas, seguro que será para hacer alguna mejora en el fútbol uruguayo. Pero realmente no estoy informado como para decir si lo veo correcto. Sé que quien lo impulsa, al menos los que tengo aquí, que son Giménez y Godín, son grandes futbolistas de excelente calidad como personas, pero desconozco la realidad uruguaya.

 

¿Siente que le queda algo por aprender? ¿Se sigue formando, investigando?

Sí, sí. Sé que es un error, pero soy un profundo lector del entrenamiento, me encanta, me encanta mirar videos, miro muchísimos videos de entrenamientos de los lugares más insólitos. Ahora estoy mirando los trabajos de posesión y de transiciones que se están haciendo en Japón. Tengo una experiencia muy linda, porque trabajé en Japón. Fui el primer profe uruguayo que trabajó allá, en el año 1990. Y ya trabajaban técnicamente muy bien porque tenían mucha inclinación por el fútbol brasileño.

Había muchos entrenadores brasileños trabajando allá. Fue una linda experiencia. Además de ver videos, leo mucho. Vuelvo a leer muchas publicaciones antiguas y comparo con lo que sucede ahora. Tengo un profundo respeto por lo que se hacía antes. No había GPS, no había pulsómetros, apenas existían los cronómetros, la toma de la frecuencia cardíaca era dactilar. Me gusta leer cómo se las ingeniaban esos profes para trabajar. Y qué bien lo hacían. Peñarol fue campeón del mundo en el 67 y jugaron 70 partidos con las giras. Y lo lograban. Además, como generacionalmente estoy en el medio, vi muchos de esos trabajos. Vi mucho de Alberto Langlade... También veo lo que se hace ahora. Eso me ha enseñado mucho. Llegas a la conclusión de que siempre es muy importante tener un GPS de alta gama, como tenemos nosotros, que nos da mucha información que nos previene. Pero también es importante saber que sin tenerlo se puede entrenar. Todas estas cosas me intrigan mucho y me nutren.

También me encanta ver entrenamientos de otros deportes. De hecho practico. Hago sesión de box, tengo mi profe. Me gusta desde el punto de vista de coordinación, como deporte individual, porque siempre me dediqué a deportes colectivos (excepto la gimnasia deportiva). Pero, además de que me gusta, siempre saco alguna cosa. Del rugby, me gustan determinadas estructuras o elementos de trabajo del fútbol americano, del básquet también, su disciplina... De todos los deportes se puede sacar algo aplicable al fútbol. Todo eso va dando esa variabilidad generosa que necesita el entrenamiento como estímulo porque, si no, todo sería muy plano, muy lineal, y no podría estar tanto tiempo en un club, llegaría la saturación si siempre hiciera lo mismo.




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