Libertadores y Sudamericana se definirán en el monumento al fútbol
La historia grande del fútbol global le tiene reservado un lugar de privilegio al Estadio Centenario de Montevideo, construido especialmente para la primera Copa del Mundo en 1930. Ese escenario forma parte del acervo que hace del deporte más popular del planeta un evento de múltiples repercusiones. Dimensiones sociales, culturales y políticas, entre otras, dan sustento a un fenómeno que trasciende a los campos de juego.
Hay templos que son verdaderos patrimonios para países o ciudades. Por citar tan solo algunos casos:Wembley en Inglaterra, el Azteca de México, el Maracaná de Brasil, la Bombonera de Buenos Aires.
Y a ese selecto grupo también pertenece el Centenario de Montevideo, orgullo de la República Oriental del Uruguay, una pequeña nación que entre sus motivos para darse a conocer comparte la mística del fútbol. Que los artistas del balón desplieguen sus destrezas y conviertan sus hazañas actuando en un contexto así, tiñe de brillo y esplendor cualquier conquista, especialmente aquellas que hablan de un trofeo muy particular para la región: la Copa Libertadores de América, principal torneo de clubes para Sudamérica desde 1960.
En estos tiempos cuyas distancias entre el fútbol de estas tierras dista cada vez más de aquel proveniente del Primer Mundo europeo (en cuanto a organización, infraestructura, recursos, nivel de juego, competitividad), América Latina resiste siendo todavía la cuna de una pasión inexplicable, fervorosa, fiel, partidaria y laboriosa.
La pandemia del Covid-19 dejó vacíos los estadios; y con esa realidad, también quedó silenciada la idiosincrasia que sostiene a la cultura futbolera en estas latitudes. Pero ahora, con el regreso a las canchas, la fiesta promete volver a visibilizarse.
El Centenario de Montevideo será sede de las definiciones de ambas competencias internacionales organizadas por la Conmebol y cuyos partidos decisivos se jugarán en el mes de noviembre: la Copa Sudamericana (sábado 20, entre Paranaense y Bragantino) y la Copa Libertadores (sábado 27 entre Flamengo y Palmeiras).
Más allá de que ambos títulos viajarán hacia los pentacampeones mundiales, la alegría no será solo brasileña.
Desde hace una década y media, Uruguay está reposicionándose en el mapa del fútbol como una potencia que a pesar de tener períodos de prosperidad y crisis, está llamada a ser valorada permanentemente como animadora (por historia y tradición) de instantes cumbres para la memoria colectiva.
Y en esas circunstancias, es importante agregar que tal grandeza también se explica por ser anfitrión de momentos cruciales, algunos de los cuales involucran a clubes argentinos, ya que de sus veinticinco títulos continentales en Libertadores, ocho de ellos se consagraron (ya sea en partidos de ida, de vuelta o de desempate) en el Centenario: Independiente, en 1964, 1965 y 1973 (venciendo a Nacional y Peñarol, respectivamente; para luego triunfar en un desempate frente a ColoColo de Chile); Racing en 1967 (imponiéndose ante Nacional); Estudiantes en 1968, 1969 y 1970 (desempatando con Palmeiras de Brasil y superando tanto a Nacional como a Peñarol, en ese orden); y Boca en 1977, a través de un tercer partido frente a Cruzeiro de Brasil, al que derrotó en la tanda de penales.
En esas imágenes se muestran las primeras apariciones de Bochini en el Rojo; el único grito continental del Racing de José, con Perfumo, Basile y el Chango Cárdenas en sus filas; el comienzo de la hegemonía pincharrata, con Zubeldía en la conducción técnica y la Bruja Verón junto a Bilardo en la cancha; más la inmortal volada del Loco Gatti para desviar el disparo de Vanderley y así darle la primera Copa al xeneize. Todas ellas tienen como telón de fondo la estela de un teatro que ilumina para siempre.
La gloria eterna no solamente es ganar sino también identificar la fecha y el lugar de esos oasis de felicidad.
Por eso y mucho más, el Centenario de Montevideo siempre será una estrella con luz propia.