MARIANA PION, LA EXPERIMENTADA JUGADORA CELESTE MIRA HACIA EL VIEJO CONTINENTE
Mariana Pion volvió a Uruguay tras cuatro años en el exterior. La futbolista maragata es una de las profesionales celestes por el mundo. Su trayectoria internacional incluye Atlético Nacional y Millonarios en Colombia, Deportivo Limpeño en Paraguay y Audax en Brasil. La pandemia la trajo de vuelta a Uruguay y, con 28 años, decidió quedarse esta temporada para estar cerca de su familia. Se sumó al plantel de Wanderers con el objetivo de ascender. Pero a su carrera profesional le quedan sueños por cumplir y Europa es el próximo.
Pion empezó en este deporte cuando era una niña y pocos años después decidió que quería dedicarse al fútbol. Debutó en primera en Nacional a los catorce años y no paró más. Pasó por Rampla Juniors, Sportivo Artigas, Colón y River Plate antes de salir del país. La primera propuesta llegó de forma inesperada en la Copa Libertadores, una de las seis que disputó. Conoció diferentes ligas de la región y lamenta que no se haya avanzado más en Uruguay. Ella, que logró vivir de lo que más le gusta, no lo cambia por nada, pero por un ratito está de vuelta.
Volvés después de varios años viajando y jugando en el primer nivel en diferentes equipos de América. ¿Cómo empezó toda esta experiencia en el exterior?
Arrancó cuando jugamos con Colón la Copa Libertadores acá, en Uruguay, y salimos cuartas. El presidente del club que había salido campeón, Deportivo Limpeño, en medio de los festejos viene y me dice que quería contar conmigo para la temporada siguiente. Y ahí lo tomé con pinzas, porque ellos estaban en medio de un festejo y que me vinieran a decir eso... Quería salir a jugar afuera pero nunca me imaginé de esa manera. Aparte, no tenía representante, era más difícil. Al año siguiente me llamó, me dijo si me acordaba de él y que quería que fuera en marzo. A mí no me convencía mucho y no cerré el trato. A mitad de año insistió: “Te quiero para la Copa Libertadores”, y como eran tres meses me animé a probar y de ahí arranqué a jugar afuera hasta el día de hoy. En Paraguay el club me dio una casa, comida, transporte para ir a entrenar y me quedaba con mis otras compañeras extranjeras. Esa primera experiencia me gustó y empecé a salir a jugar afuera.
¿Cómo viviste ese cambio después de tantos años jugando en Uruguay?
Me cambió mucho porque acá yo trabajaba, era un hobby, más allá de que Colón me daba un sueldito. Allá me dedicaba solamente al fútbol. Además, yo no vivía sola, no me cocinaba, y al salir tuve que hacer todas esas cosas: lavar ropa, cocinar, levantarme temprano. En lo personal me ayudó muchísimo.
¿Fuiste aprendiendo comidas típicas de cada país o intentabas cocinar comidas uruguayas?
No, no, fui a lo básico uruguayo porque no sabía cocinar nada, tenía que aprender primero lo uruguayo para poder hacer lo de afuera. Era lo que quería. Obviamente, también quería seguir mejorando porque el fútbol en Paraguay no es profesional.
Nunca imaginó que de ahí llegaría al fútbol profesional de Colombia y por segunda vez todo empezó en una Libertadores. Físicamente, fue como se sintió más exigida. También en esa oportunidad la volvieron a convocar a la selección. Tuvo que adaptarse y pasar del fútbol “aguerrido” de Uruguay y Paraguay a minimizar las faltas para tocar más y jugar al pie. Con la prensa no le quedó opción, aunque dice que no le gusta. Las cláusulas en los contratos obligan a las jugadoras a dar notas: “Cuando te toca, tenés que ir”, explica. También hay presión, tiene que haber resultados y hay desafíos.
“Jugamos la copa en Paraguay ese año y una periodista que fue a cubrir la Libertadores, amiga de mi compañera de casa, me dijo que tenía condiciones, que me daba una mano si quería ir a Colombia. Ella gestionó todo e hizo que llegara. Ahí sí fue profesional, firmé contrato, entrenaba de lunes a domingo, doble horario. En Colombia vivía de jugar al fútbol y es lo mejor que he vivido, tanto en Atlético Nacional como en Millonarios. Allá se concentra en hoteles, todo igual a los hombres, nada distinto. Además, la gente es muy cariñosa, acompaña mucho al fútbol femenino. Me gustó por todo el entorno no solamente en la cancha, afuera también. Fui a los clubes más grandes, hay mucha presión. Una tiene que entrenar al máximo y dejar todo”, nos cuenta Mariana.
¿Cómo se maneja la presión?
Eso es muy complicado. Primero estaba bueno, es lo que quería, pero después, obviamente, estar lejos de tu familia y que a veces los resultados no se den… Y los dirigentes a quienes les marcan más la presión es a los refuerzos o a los extranjeros. A veces cuesta un poco.
¿Cómo es esa presión?
Justo había llegado a Atlético Nacional, tuvimos dos amistosos y los perdimos. Vino la gerente, Sofía Navarro, y nos agarró a las cinco o seis extranjeras que estábamos y nos dijo: “Miren que ustedes son la cara visible del club, y con ustedes contamos. Tienen que ser todas titulares y tienen que salir los resultados como sea”. Ahí dije: “Esto va en serio, no es Uruguay ni Paraguay”. Hasta ese momento estaba en el banco porque ya había otra 5 y me propuse que hasta que no fuera titular no me bajaba. Y fui titular y capitana de Atlético Nacional.
¿Cambia en algo ser extranjera en el rol de capitana?
Eso no importa, sos la capitana y como que te hacen un poco de caso porque no sos cualquier cosa, ¿no? Venís de afuera y te ganaste la cinta de capitana. Todas las jugadoras son selección Colombia o selección de algo. Por suerte eran todas más chicas, eran selección Colombia sub 20. Si fuera capitana de una selección de mayores dirían: “Qué me viene a mandar a mí si nunca ganó nada”. Eso me da un poco de vergüenza.
Nutricionista, psicólogo y yoga:
el mundo profesional
“En Colombia me complicó un poco el desayuno porque nos sacaron la leche, nos sacaron pila de cosas y había que desayunar huevo y jugo de naranja, que una no estaba acostumbrada. En Uruguay era leche y pancitos con manteca. ‘No va más eso’, me dijeron. Costó un poco, pero después que le vas agarrando la mano ya no. En Atlético Nacional y Millonarios teníamos todo”, recuerda la jugadora.
¿Es un plus importante?
Sí, ni que hablar. En la alimentación muchísimo. Hasta el día de hoy me sirvió. Si no hubiese tenido ese pasaje por Colombia, capaz que hoy me seguía alimentando mal. Yo creía que me estaba alimentando bien, pero no. Me sirvió para mi vida personal también.
¿Y psicólogo? ¿Grupal o individual?
Los dos. Teníamos en Colombia y en Brasil también, hasta yoga teníamos en Brasil. Hacíamos una vez por semana o a veces, cuando estaba mal el tiempo, metían algo de eso.
Un día tipo de una jugadora profesional incluye doble horario, descanso y autógrafos. Después del desayuno y con el infaltable mate pronto, Mariana sale a entrenar a la mañana. Después de entrenar, era común tener otras obligaciones.
“Por ejemplo, en Atlético Nacional a veces terminabas de entrenar y te decían que había que ir a una casa de deportes a firmar autógrafos. Entonces tenías que ir al shopping y estar una o dos horas firmando tu camiseta o unas tarjetitas en que estabas vos. Y miles de niños pidiéndote autógrafos, nunca me había pasado. O, por ejemplo, ir a una escuela a dar alguna charla y sacarte fotos con niñas y niños. Eso pasaba mucho en Colombia. Después un descanso y el otro entrenamiento. En la pretemporada también salías a las 8 de la mañana y podías volver a las 6 de la tarde porque almorzabas en el club, sesteabas un ratito y teníamos otro”.
Su pasaje por Audax en Brasil no es algo que volvería a hacer: “Yo llegué a un club que estaba mal económicamente y en organización, pero capaz que si me toca ir a algún club más grande u organizado quizás me animaría a ir. Ahí se juegan los dos campeonatos: entre semana el Paulista y fines de semana el Brasileirão. Siempre tenés dos partidos”.
A Paraguay vuelve cada vez que tiene seis meses libres para sumarse y jugar la Libertadores. Su experiencia afuera la hizo madurar dentro y fuera de la cancha: ya no la echan tan seguido como en sus inicios, por ejemplo. Pero aun viviendo sus sueños más anhelados, estar lejos de casa no es fácil. “Se extraña, se extraña muchísimo. Pero cuando llamo a mi madre y a mi padre me dicen: ‘Era lo que querías, estás donde querés, lo lograste’, y bueno, ahí se pasa un poco”, confiesa Mariana.
El apoyo de la familia y amigos siempre está. Nos contó que ven sus partidos siempre que los pasan y son fanáticos. Pero también hay cariño de sus compañeras, de los entrenadores y la gente que la rodea: “Siempre estuve con extranjeras que están en la misma y la gente de ese país en que estábamos nos brindaba su familia”.
El inicio de la pandemia la sorprendió en Paraguay, donde se quedó por casi un año sin campeonato local y a la espera de la Copa Libertadores postergada. Explica que gracias al sueldo del club estuvo tranquila. Sin embargo, cuando pudo volvió a casa y, sin esperarlo, su rumbo cambió.
“Estaba complicado estar afuera, lejos de la familia con la pandemia. Y realmente veía más fácil conseguir la vacuna acá. Vine por la selección a jugar un partido FIFA. Mientras mi familia me decía que me quedara hasta vacunarme, me llamó [Fabiana] Manzolillo y me preguntó si quería venir a practicar sin compromiso. Y bueno, decidí quedarme para vacunarme, me gustó el proyecto de Wanderers y quise dar una mano. Es lindo volver a jugar en nuestro país y encontrarme con mucha gente conocida, compañeras, técnicas que te quieren en el plantel”, repasa la centrocampista.
Ya viviendo en Uruguay y jugando el torneo local analiza la situación del fútbol nacional y asegura que no ve cambios importantes: “Creo que no hemos mejorado nada, algunas compañeras me dicen que sí, pero es nada comparado a cómo está el fútbol afuera. Yo no veo avances, es muy lento, ojalá el avance fuera más notorio. En la selección tampoco hemos avanzado, creo que me fui cuatro años atrás y estábamos peleando por unos viáticos, llegué ahora y seguimos peleando por esos viáticos. Acá en Wanderers sí nos dan cancha, pero la ropa la tenemos que comprar nosotras. Es todo muy difícil, creo que volví a lo mismo que cuatro años atrás”.
Para la futbolista las pequeñas cosas hacen la diferencia, como los viáticos para moverse, que te den la ropa, así como tener una cancha para entrenar. En su opinión, lo que falta se refleja en los resultados de la selección: “Lo dicen las estadísticas, cada vez que jugamos un sudamericano estamos allá abajo. Por algo es que nunca clasificamos a un mundial en la mayor, nos falta muchísimo”.
Hasta el momento la selección mayor no ha logrado clasificar a un campeonato mundial y es una de las cinco selecciones sudamericanas en esta situación. La selección sub 17 fue la primera de la rama femenina en clasificar a una Copa del Mundo, cuando quedó en segundo lugar del Sudamericano 2012 en Bolivia y clasificó al Mundial de Azerbaiyán. Por segunda vez y siendo anfitriona, la selección disputó su segundo mundial en 2018.
Fabiana Manzolillo, actual DT de Mariana Pion en Wanderers, fue su entrenadora en el primero de varios procesos de selección en 2007. En la última convocatoria de la selección Mariana fue citada para la fecha FIFA en la que se disputaron dos amistosos. Los partidos fueron preparatorios para la próxima edición de la Copa América que se jugará en julio de 2022 y contará con las diez selecciones sudamericanas. El torneo clasifica, además del Mundial, para los Juegos Olímpicos y Juegos Panamericanos.
Pero estos desafíos con la selección vendrán más adelante. Ahora el foco está en dar su máximo para lograr el ascenso bohemio. El pasaje por Uruguay es momentáneo y ya se está preparando para su próximo destino.
“Me falta dar el salto a Europa, que es lo que estoy trabajando. He tenido muchas propuestas, pero el tema de la pandemia no me dejó dar ese paso tan importante. Justo me había salido la posibilidad de ir a Portugal, pero fue en medio de la pandemia y no me animé. Mejor me quedo acá con la familia, si pasa algo estoy acá cerca. El representante ha tirado mucho para Brasil y para Europa, pero la que no ha querido salir soy yo. Es un parate, cuando termine acá con el lindo objetivo que tenemos con Fabi en Wanderers me voy”, concluye la internacional.