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Dominar la guinda, por Mauricio Pérez




Una escuela de fútbol exclusiva para mujeres

 

Los gritos quiebran el frío de una gélida noche de invierno. Son gritos de aliento mezclados con risas y con suspiros de esfuerzo. En las canchas del complejo Guinda! nueve mujeres participan de una intensa práctica de la escuela de fútbol para mujeres adultas, que funciona hace cuatro años de forma ininterrumpida. Un espacio donde ellas y otras aprenden los secretos del deporte más popular del mundo.

 

“Presión arriba, presión arriba. No dejen salir; una a una, una a una. ¡Vamos, vamos! Arriba, arriba”. Denise grita desde el fondo, ordena al equipo, marca el ritmo. Es el final de un largo entrenamiento, en una fría noche de invierno, que incluyó entrada en calor, circuitos técnicos y tácticos, y ejercicios de transición de defensa a ataque y de ataque a defensa. El partido es un cinco contra cuatro: de un lado Denise, Victoria, Cecilia Dos, Mariana y Kathy; del otro, Lorena, Tatiana, Cecilia y Juliany. El equipo con más jugadoras solo puede hacer goles desde dentro del área. Para eso, lo importante es jugar ordenado, achicar espacios, presionar arriba y llegar al arco con pelota dominada. El otro equipo apuesta a la velocidad y la habilidad, al juego atildado desde el fondo, pero sin dar ninguna por perdida cuando toca recuperar el balón.

 

Guinda! nació cómo un proyecto que, entre otras cosas, fomenta la inclusión de las mujeres en los ámbitos vinculados al fútbol. Comenzó a gestarse hace cuatro años, en 2017, con el objetivo de cubrir un espacio que faltaba: una escuela de fútbol para mujeres mayores de edad. Denise Irigoin y Leticia Pérez son las impulsoras y referentes de ese espacio, que hoy nuclea a un grupo de mujeres de entre 20 y 46 años, que se juntan cada martes para despuntar el gusto no solo de correr detrás de una pelota sino de jugar al fútbol. Jugar en sentido amplio. “Siempre tuvimos ganas de armar algo y viendo que había un montón de gurisas mayores de edad que querían empezar a jugar al fútbol y no encontraban un espacio, decidimos crear esta escuela de fútbol para grandes, para mujeres adultas”, explica Denise. “Fue lo primero que logramos materializar, aun sin saber mucho hacia dónde iba, pero sí con esa idea de buscar fomentar la inclusión. […] Cada vez más mujeres arrancan a jugar al fútbol, algunas con idea, otras sin idea, la mayoría en forma recreativa”, agrega.

Con el tiempo, ese espacio encontró su sede definitiva, en un predio de dos canchas sobre avenida Pedro Millán. Se expandió con otras ofertas (un taller para goleras y una escuelita de fútbol para niños y niñas) y adoptó su nombre: Guinda! Pero la idea primigenia, la semilla, venía desde muchos años antes. Denise y Leticia fueron compañeras de equipo en Central Español y en Fénix en torneos organizados por la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), y estuvieron en el armado de las categorías de niñas y Sub 15 femenino del club de Capurro. Desde entonces les quedaron las ganas de volver a trabajar juntas en proyectos vinculados al fútbol. En medio de ese proceso, se produjo un quiebre positivo para el fútbol femenino, coincidente con el Mundial de 2010 y los logros obtenidos por la Selección uruguaya liderada por Óscar Washington Tabárez. Una especie de boom. “La mujer salió a jugar al fútbol, recreactivamente, y se fueron generando cada vez más espacios para hacerlo”, cuenta Leticia.

Primero eran espacios difíciles, poco accesibles y amigables. Pero con el tiempo, eso cambió. Actualmente, un torneo de fútbol 5 femenino puede contar con casi cincuenta equipos, lo que habla de la popularidad de un deporte que sigue en ascenso. “Está buenísimo este fenómeno, las chiquilinas están accediendo a espacios que antes estaban vedados”, afirma Leticia. En la escuela de fútbol de Guinda! se entrecruzan las historias de mujeres de distinta edad y con diferentes objetivos. Todos acompañados de una pelota que rueda. Y que pronto será responsable de un grito de gol.

 

“Falta una en el ala opuesta. Están las dos del mismo lado. Jueguen, jueguen. Con apoyo, falta el apoyo”, grita Denise, que oficia de golera, desde el fondo. Pese a la diferencia numérica, el partido es parejo; pero las llegadas de mayor peligro las genera el equipo en minoría. Una pared entre Tatiana y Juliany deja a la primera de cara al arco; remate fuerte, arriba, contra el palo. Inatajable. Fue el 1-0. La respuesta llegó enseguida. Pase profundo, Kathy que hace de pivot, y descarga con Cecilia Dos, que ingresa al área, sola, sin marca. 1-1. Recién empieza.

 

Mariana es la primera en hablar. Dice que le gustaba jugar al fútbol desde que era niña, pero que siempre se encontró con la barrera que imponía un deporte reglado para hombres. Hasta que tuvo la posibilidad de jugar un campeonato de fútbol interno que se realizó entre las trabajadoras del Ministerio de Desarrollo Social. En ese equipo también estaba Cecilia Dos. Ambas trabajan en el Inju. Allí conocieron a Denise, que fue la directora técnica del equipo. “En el campeonato te dabas cuenta de que es distinto jugar con alguien que te dirija y que sepa de fútbol, que juntándote con nueve amigas en una cancha”, afirma Mariana. “Yo me defendía bien, pero era muy de recreación; ahí empezamos a aprender un montón de cosas: de táctica, de técnica, y cuando surgió la idea de esta escuela de fútbol enseguida me copó”, agrega.

Kathy jugó en el Femenino Línea D de Cutcsa en cancha de fútbol 11. “Ahí empecé a jugar al fútbol. Cuando jugaba en el colegio pensaba que jugaba como los dioses y en verdad no estaba jugando, más bien corría la pelota e intentaba hacer un gol; igual en cualquier arco, porque nunca tenía noción de cuál era el mío, siempre tenía que andar preguntando”, recuerda. Según Kathy, sus conocimientos sobre el fútbol se limitaban a lo que miraba en la televisión, en ese equipo aprendió de posiciones, de estructura de juego, y le gustó. Allí le comentaron sobre esta escuela. “Vine a aprender desde cero”, afirma quien ahora está aprendiendo los secretos del puesto de arquera.

Luciana –que ese martes estaba lesionada y no practicó– llegó a la escuela por intermedio de una amiga. Cuenta que empezó a jugar hace cinco años, cuando con una compañera propusieron organizar un equipo de fútbol femenino en su lugar de trabajo: “Estábamos todas en la misma situación, ninguna había jugado nunca y nos copaba la idea de juntarnos fuera del trabajo. Ahí empezamos. […] Las primeras veces eran cualquier cosa, después llevamos una profe para que nos entrenara; estuvo buenísimo”. Trabajaba en una empresa grande, donde la actividad fue bien recibida, pero se encontraron con esa mirada masculina de “¿qué están haciendo?”. Una vez llegaron a jugar un partido de fútbol mixto con sus compañeros. No fue una buena idea: “Fue cualquiera, te tiraban tremendos pelotazos o querían demostrar todo el tiempo qué habilidosos eran”. Sin embargo, la experiencia fue positiva; se conformó “un equipo lindo”, que aún se sigue juntando.

Tatiana quería hacer deporte. Primero probó con el handball, después empezó a jugar al fútbol en un club de barrio. “Me sumé y me gustó mucho”. Y en el fútbol se quedó. De a poco aprendió los secretos del deporte y, al ingresar a la universidad, jugó en el equipo de la Facultad de Veterinaria, en el torneo Interfacultades, que “es muy competitivo, hay mucho nivel”. Este año se unió a la escuela. La más joven de todas es Juliany. Tiene 20 años, es venezolana. De chica jugaba en el patio de su casa con sus primos; pero en realidad le gustaba más el béisbol. Recién al llegar a Uruguay empezó a jugar al fútbol con mayor interés. Llegó a la escuela por intermedio de una amiga de Denise que conocía a su madre. Dice que la impresiona cómo juegan sus compañeras y que en este tiempo aprendió muchas cosas que desconocía del deporte. Porque, como coinciden todas, una cosa es jugar al fútbol y otra muy distinta es saber jugar al fútbol.

“Son dos contra una ahí. Presionen, presionen. Eso, eso, bien ahí. Sigan, sigan. Muy bien”. La presión alta permite recuperar un par de pelotas que terminan dentro del arco, con un toque suave, hacia el arco desguarnecido. La superioridad numérica, por algunos minutos, se hace sentir. Pero el juego sigue siendo parejo. Los dos equipos apuestan por el juego a ras del piso, con un juego a dos toques o de primera. Pelota bajo el pie, pisadas, enganches. También pierna fuerte para trancar y cortar. De repente, un remate de Tatiana pega en el palo, el rebote le cae a Juliany que le pega de primera, su remate vuelve a dar en el palo, pero la pelota cae nuevamente en sus pies. Esta vez no falla. Gol. 2 a 3. Pelota al medio, todavía hay esperanza.

 

“A veces creés que sabés jugar al fútbol, pero en realidad no sabés”, dice Mariana. Todas asienten con la cabeza. La diferencia refiere no solo a conocer las reglas, sino los secretos del deporte. Las pequeñas cosas que hacen la diferencia. “Se aprende que hay distintas posiciones, cómo te tenés que mover, qué se espera de vos en un partido”, afirma. Esos detalles se perciben en cambios al momento de jugar. En la escuela, Kathy es la golera. “Una vez me metí al arco, atajé algo y quedé”, dice ella. “Porque tiene condiciones, es multifuncional”, acota Cecilia. De a poco está aprendiendo conceptos que desconocía. “Me pasaba que yo [a la pelota] la tiraba con la mano y la tiraba alta, y me decían que la tirara arrastrando, por el suelo, porque si no pica y [quien recibe] se tiene que posicionar para parar la pelota. Pensaba que era pasarle la pelota a una compañera, pero no. Hay que buscar siempre a la persona que está más libre”, señala. “Yo aprendí bastante”, dice Juliany, como “las posiciones o aguantarme duro, porque Ceci Dos me zumba”, cuenta, ante las risas de todas. “Somos las dos puntas [en edad], pero nos marcamos, nos toca jugar una contra la otra”, contesta Cecilia Dos, aunque no reconoce que esa “zumba” sea real.

La otra Cecilia explica que esos detalles son los que hacen la diferencia cuando se habla de saber jugar al fútbol, y que eso se nota cuando compiten. “El estilo que nos trata de enseñar Denise es el del fútbol sala; hemos jugado contra otros equipos y está bueno, porque en esos lugares queremos demostrar lo que hemos aprendido y ganar; en las prácticas lo tomamos como algo más recreativo”, afirma Cecilia. “Seguimos viniendo a divertinos”, agrega Mariana. ¿Después de aprender a jugar al fútbol es distinto cuando entrás a una cancha? “Sí, porque jugás con personas que juegan a lo mismo que vos. Te das cuenta cuando lo ves”, afirma Mariana.

“Atentas las marcas. Sigan, sigan, presión. Bien ahí. Ahora jueguen, jueguen. Toquen la pelota. Abrila, abrila, está sola. Bien, bien, jueguen”. El partido sufrió un cambio brusco. Dos goles y el equipo en minoría retomó la delantera en el marcador. Un par de ataques del equipo en mayoría terminaron en gol, pero fueron anulados por haber pateado desde fuera del área. Del otro lado aprovecharon sus situaciones, a partir de paredes construidas entre Cecilia y Juliany, y otro tiro de Tatiana. El cansancio afecta a los dos cuadros. Pero ninguno de los equipos pierde la línea: la pelota sigue girando por el piso, pases cortos hasta encontrar el espacio para el pase profundo, la pelota bajo la suela para facilitar el control, la devolución al jugador que llega de frente, paredes y gambetas largas en velocidad. El fútbol bien jugado.

 

El fútbol 5 tiene sus propios secretos. El más relevante es el espacio. “Los espacios son más reducidos, tenés que tomar decisiones más rápidas, la marca está más cerca, entonces vos tenés la pelota y la marca ya te vino y tenés que resolver más rápido. Y es mucho más dinámico, porque llegás más rápido al arco rival, el contragolpe es más rápido”, dice Cecilia. “En el fútbol 11 la cancha es más grande y es un fútbol más estacionado; acá es tic, tac, vos, yo, acá, tic, tic, la pelota va así”, agrega Luciana, mostrando el movimiento de la pelota con sus dedos. “Yo jugué fútbol 11 y prefiero el fútbol 5, es más entretenido”, acota Mariana. “Somos cuatro y es mucho más probable que intervengas en una jugada que en el fútbol 11, donde es más grande y hay mucha más gente. [En el fútbol 5] todos defienden y todo el equipo ataca; la defensa está disponible para atacar”, explica Cecilia. Tatiana dice que es un juego más rápido, donde hay que buscar los espacios para distribuir, que la idea es siempre abrir y no jugar apretados.

En el fútbol 5 el equipo forma con un golero, un líbero, dos alas (o laterales) y un pivot. “Todas hemos pasado por casi todas las posiciones, intentamos aprender en todas las posiciones y ver dónde cada una se siente más cómoda o juega mejor. Todas aprendemos a ser líbero y a ser pivot”, explica Cecilia Dos. Sin embargo, en la conversación con Túnel, quedaron claras algunas posiciones: Cecilia Dos es líbero, su apodo es precisamente por el número de camiseta; Mariana y Juliany juegan de pivot; Luciana y Cecilia, de alas.

¿Las pivot son las que hacen goles, las que más se lucen? “No, no, no. Es la que corre para todos lados y toca pocas pelotas, siempre de espalda al arco”, contesta Mariana. ¿Y quién hace los goles? “Seguramente las que jueguen más adelante son las que tienen más posibilidades de hacer un gol, pero no de lucirte; es un juego más de equipo”, responde Cecilia Dos. “El lateral es el que más corre; es el lugar de apoyo, apoyás al defensa y al pivot cuando vas para adelante”, explica Luciana.

Cecilia Dos, al igual que Mariana, considera que el que más corre es el pivot: “Corrés mucho sin pelota, estás todo el tiempo buscando el espacio para darle opción de pase a la otra persona; estás todo el tiempo corriendo, para adelante, para atrás, para los costados”. Según cuenta, ella empezó jugando de pivot, pero con el tiempo se fue retrasando en la cancha hasta su puesto actual: “El defensa es el que menos corre”, dice riéndose.

¿Cuál de los cinco es quien debe jugar mejor con los pies? “Para mí, el pivot”, dice Cecilia Dos. “Para mí, el líbero”, retruca Cecilia. “Los dos son importantes”, salda Mariana. “Es un rombo, y el pivot y el líbero son dos piezas que influyen en cuánto podés generar, los laterales también, sin dudas, pero es más una función de pasarla e ir a buscar la recepción. Capaz que el pivot y el líbero toman más decisiones de hacia dónde va el juego”, agrega Mariana. Y Cecilia suma: “En el juego que nosotras jugamos, que no es tirar la pelota para adelante, sino jugar en largo y desde ahí empezar a distribuir para llegar al arco rival, tirar una pared, triangular, para llegar lo mejor posible, para mí, el líbero tiene la responsabilidad de que el juego empieza en sus pies, y tiene que saber aguantarla, pasarla”.

 

“No se queden, sigan jugando. Atentas a las marcas. Muy bien, muy bien, bien ahí. Pase largo, pase largo. Bien igual”. El partido se hace de ida y vuelta. La mitad de la cancha es un lugar apenas de tránsito. Los dos cuadros pasan al ataque con vértigo, pero el retorno a la defensa se hace difícil. El equipo en mayoría sigue perdonando jugadas claras de gol, con un par de pases que quedaron largos y otro nuevo gol invalidado. Un lujo de Victoria, pisando la pelota para un lado y para otro y una llegada de Mariana, sola, por el medio, permitieron el gol del empate. 4-4. Juliany respondió con un buen gol contra el palo, 5-4. Se está haciendo la hora, el partido está próximo a terminar.

Denise cuenta que el fútbol femenino tuvo una evolución muy importante en los últimos años. Junto a Leticia, su compañera de Guinda!, jugaron juntas en Central Español y en Fénix, entre 2003 y 2006, y son testigos del cambio que ocurrió desde aquellos años a la actualidad. Y de los espacios que se abrieron para que las mujeres puedan jugar desde edades cada vez más tempranas. Eso es importante porque practicar un deporte desde niñas hace que se incorporen más rápido habilidades y conceptos, y que lleguen con otros fundamentos de juego a la edad adulta. La idea de la escuela de fútbol para mujeres surgió con esa premisa. “Hay edades en las que uno incorpora muchas más cosas. Cuando pasás esas etapas todo es más difícil, se hace más cuesta arriba. En este grupo todas arrancaron a jugar de grandes, por lo que la idea es incorporar cosas de grande; la idea es que aprendan y que se diviertan”, explica. Y destaca el buen relacionamiento que se genera en un grupo heterógeno, cuyo vínculo central es una pelota de fútbol y el deseo de aprender.

Sin embargo, pese al transcurso del tiempo, las mujeres aún conviven con comentarios de extrañeza cuando dicen que juegan al fútbol. “Es como algo gracioso, pero ahora ya están acostumbrados”, cuenta Luciana. “Se siente, abundante, ni te digo a mi edad”, acota Cecilia Dos. “Imaginate, vestida de trabajo diciendo: ‘Juego al fútbol en la escuelita’”. Esos preconceptos, dice, eran muchos más fuertes hace algunos años: “Cuando tenía la edad de Juli si decía que jugaba al fútbol había una etiqueta bastante fuerte de que no eras femenina, y tampoco había muchos lugares porque el fútbol no estaba habilitado para mujeres. Siempre me gustaron los deportes colectivos, y si mirás la oferta que hay en los clubes para mujeres, encontrás step, zumba, pero no básquetbol ni fútbol. Y yo quiero jugar a algo, no quiero bailar, no me gusta”.

Pero todas coinciden que, de a poco, las cosas empiezan a cambiar. Lo resume Cecilia Dos: “Hay una movida que me asombra, vas a cualquier lugar y es común ver mujeres jugando, ya no es un impacto. En el medio de ese proceso veías gente que se paraba a mirar un partido de mujeres y escuchabas decir: ‘Ah, juegan bien’. No se trata de comparar si juegan mejor o no, sino de que todas y todos tengan la posibilidad de jugar, porque está bueno jugar, está bueno encontrarse, tener un espacio de recreación y aprender algo. Si solo fuera un lugar de encuentro no me motivaría, por eso lo de escuelita, de aprender y avanzar”. Por eso está Guinda!, un espacio creado hace cuatro años que sigue dando sus pasos por más inclusión. Porque se aprende toda la vida, porque es mejor aprender jugando.

 

 




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