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Desde otro lugar, por Mintxo




SERGIO CHAPITA BLANCO, DELANTERO DEL MONTEVIDEO WANDERERS

 

Sobran palabras cuando la verdad es implacable: hay un hombre, de baja estatura pero guapo, complicado pero honesto, que está haciendo historia a dos frentes. Por un lado, con su camiseta bohemia está muy cerca de convertirse en el máximo goleador en la historia del club. En otro frente de ataque, es uno de los tantos jugadores que pretenden y exigen un mejor fútbol uruguayo.

 

 

¿Qué supone estar viviendo este momento de lucha y reivindicaciones que está llevando adelante #MásUnidosQueNunca?

Es algo que nos tomamos como un momento importante para tratar de cambiar algo para el bien del fútbol uruguayo, para que todos los que estamos involucrados, jugadores, ex jugadores, dirigentes, empresarios, hinchas, nos demos cuenta de que necesitamos mejorar y que se puede hacer. Es un tema de convencimiento. Los que creemos, debemos seguir creyendo, y los que no, que se den cuenta de que el único objetivo es mejorar un fútbol que hoy está mal. No hay condiciones buenas de trabajo, hay equipos que no cobran. Necesitamos buscarle una solución. La idea es que estemos todos juntos, pero lamentablemente no se logró.

 

Mucho se centra en el dinero, pero sos de los que creen que no estamos en un fútbol pobre.

Claro, yo me la comí y se la comieron varios. Me crié en Wanderers y, por ejemplo,  la recaudación no genera dinero, o si no hay ventas de jugadores no se genera. Pero hoy, gracias a los fenómenos como Suárez, Cavani, Godín, Lugano, Forlán en su momento, que estando afuera venden el producto fútbol uruguayo, además la selección está bien, hay un proceso de Tabárez que consolidó un deporte, un país, a nivel de estar peleando constantemente todo, hay algo para aprovechar, para que todos juntos, los de afuera y los de adentro, aportemos para el crecimiento del fútbol local.

 

Históricamente hubo reivindicaciones dentro del fútbol, quizá la más famosa de las nuestras haya sido la huelga del 49. Pero las personas y las situaciones cambian. ¿Se puede hablar de una nueva postura, no sólo con las cosas que los rodean, sino frente a la sociedad?

Sí, hay cosas que están saliendo desde adentro. Apoyar y participar, por ejemplo, en el Paro Internacional de Mujeres lo deja claro. Es una forma de aporte social. Es un tema jodido por los femicidios que han habido últimamente, lo conversamos y había que estar. Era el momento. Después habrá que estar en otras movilizaciones o apoyar otro tipo de reivindicaciones. Son formas de manifestar algo para que quien nos va a ver no sólo vea que corremos atrás de la pelota, sino que queremos aportar algo a la sociedad. Todos, desde el lugar que nos toque, deberíamos involucrarnos un poquito más porque estamos perdiendo los valores o los códigos que nos enseñaron.

 

Sin ir más lejos, con puntos de contacto o no, en Argentina pasó algo similar: el torneo se demoró en iniciar justamente por reclamos salariales de los jugadores.

Todo tiene que ver con todo. Equipos que no cobran hace dos o tres meses pasa hace tiempo, allá y acá. Es un asunto que no hay que esquivar. El dirigente está muy en la cómoda de decir “no tengo la plata para pagar”, y no es así. Si sos dirigente, ocupás una posición donde tenés que buscar soluciones, y no venir a decirme que no está la plata, que vas a ver de dónde aparece o que la semana que viene vemos. Si estás en ese cargo buscá los recursos para pagar algo que te comprometiste. Pasa así en todos los ámbitos: un supermercado, una empresa, en shopping. Si vos no le pagás al empleado... Pasa que el jugador a veces es tan noble de decir “bueno, no pasa nada, es el club y lo quiero, hago el esfuerzo, mirá si hago un buen campeonato, me venden y agarro plata”, y no está bien. Acá, desde chico, cada vez que iba a pelear un contrato me decían “no, pero acá la plata no la vas a hacer. La plata está afuera”. Está bien, es verdad, está afuera. Pero acá tengo que vivir y necesito tenerla acá. Creo que nos metimos en una pelea en la que ellos, los dirigentes, tendrían que estar codo a codo con nosotros pero –por distintos intereses– no todos están. Esta pelea también tendría que ser de ellos.

 

¿Quedó radicalizado el tema entre los jugadores y los dirigentes de la Mutual? ¿Se perdió el foco que eran los derechos de imagen?

Sí, claro. Se abrió otra discusión y quedó atrás por lo que se arrancó, que era buscar la solución entre todos: generar más recursos para el fútbol. Hoy estamos en algo que está trancando lo global. Lo que pasa es que lo segundo se dio con base en lo primero. Como el grupo entendió que no estaban dadas las condiciones para que los dirigentes nos vayan a representar a la hora de pelear mejoras, se fue desvirtuando y se llegó a lo que se llegó y es público. Pero el objetivo final, y personal en mi caso, no es ni pelearme con los dirigentes de la Mutual, ni con las empresas ni con los dirigentes de los clubes; el objetivo sigue siendo que entre más dinero a los clubes, se reparta mejor y todos estemos mejor. Hoy, más allá de que venimos tapando baches y remando sin descansar, así como está no es viable.

 

¿Cómo se explica que en el pasado acto eleccionario de la Mutual haya votado aproximadamente el diez por ciento del padrón y unos meses después se juntaron casi seiscientas firmas que, entre otras cosas, solicitaron un pedido de nuevas elecciones?

Te puedo decir lo que me pasó a mí. Yo no tenía ningún problema con los directivos de la Mutual. De hecho iba a todas las reuniones de los jueves a buscar soluciones. Cuando fueron las elecciones hubo una sola lista y yo no estaba en contra de ella. De repente mal yo porque tendría que haber ido a votar igual. Pero no estaba en el país y el apoyo se lo daba porque quería que siguieran ellos. El problema vino con lo que pasó después. Cambiaron las cosas, muchas no me gustaron y no las compartí, así como también te digo, porque no soy necio, que en el pasado hubo cosas que se ganaron y las reivindico. Ahora, cuando pasó esto y demostramos con números que había que buscarle la vuelta, creo que ellos tendrían que haber entendido que el fútbol uruguayo no puede seguir así. No sentimos el espaldarazo.

 

Abrieron los ojos, se indignaron. Le metieron carne y acción, o sea que no quedó solamente en indignación y se capitalizaron cosas. ¿Por dónde se avizora la solución al problema? ¿Hay plan de acción?

Sí, creemos con #MásUnidosQueNunca que la solución es estar juntos. Armar las cosas colectivamente como se venía haciendo, porque, ya te digo, en los últimos años era cuando estábamos más alineados jugadores y directivos, y los últimos jueves de cada mes nos juntábamos a discutir; eso era bueno. Hay que volver a eso y ser más críticos. Ahí está lo que se necesita.

 

Todo es hablar de fútbol, pero quiero traerte un poco hacia adentro de la cancha. En la política como en el juego, ¿la mentalidad por encima del talento?

Es una mezcla. El talento es innato, pero necesitás lo otro. El que sólo tiene talento o improvisación es un jugador de pelota, no un jugador de fútbol, que es un deporte conjunto con reglas que hay que cumplir. En la vida tal vez sea igual.

 

¿Alcanza talento y mentalidad para solidificar y perdurar una carrera como futbolista?

No. Hay que tener cuidado, constancia, profesionalidad, responsabilidad. Amo tanto el fútbol que es lo que más respeto en el mundo, entonces tengo que entregar todo. Es lo que trato de hacer. Pasé y paso toda mi vida buscando cómo mejorar. Dentro de lo que puedo hacer, le doy todo. La carrera que hice no sólo la logré por las condiciones, sino también por todo el esfuerzo que le puse.

 

Hablás de tu carreta, ¿te imaginabas algo de lo que te pasó cuando ibas al campito de La Teja?

No, no. No me imaginaba ni jugar en primera. Eso está bueno. Hoy de repente que, capaz que por la sociedad o por los padres, que inculcan que hay que jugar para llegar, no se ve, pero yo jugaba por divertirme. El primer día que vine a probarme a Wanderers no quería venir. Había terminado el baby fútbol en Carlitos Prado y un técnico amigo había llevado a cinco o seis a probarnos a Cerro. Estábamos bien, contentos, pero al final por un problema con el entrenador decidimos irnos. Estábamos jugando un picado en La Teja, en la calle, está muy bueno de verdad el picado, y caen dos amigos diciendo que había prueba en Wanderers. ¡Pero el partido estaba divino y yo quería seguir jugando! Al final, la mayoría quería ir y no quedó otra que dejar el picadito e ir a la prueba de Wanderers que era en Mauá. Ese día arrancó mi amor con el club.

 

De La Teja a Wanderers. Contame ese transitar bohemio.

Fue todo. Desde la octava hasta hoy. Siempre de delantero, por más que una vez jugué de lateral.

 

¿De lateral? Estaba lejos el arco.

Sí. En esa octava teníamos un cuadrazo. En las finales tenía que jugar, pero los delanteros andaban bien, entonces terminamos jugando el enganche, que era Damián Charruti, de lateral derecho, y yo de lateral izquierdo. Imaginate, salimos campeones. Después séptima no hice, pasé a sexta y de ahí hasta primera, donde arrancó el rodar de mi carrera en Wanderers. Es un recuerdo divino. Muchos amigos que por suerte hoy siguen estando. Eso marca más lo que es mi amor por el club, mi amor por el juego, mi amor por el deporte.

 

De todos los entrenadores que tuviste siempre decís que Daniel Carreño te marcó para siempre. ¿Por qué?

Por su personalidad, por la forma de sentir el fútbol, por la forma de hacer el juego. Creo que a las dos semanas de que llegó estábamos todos enamorados de la idea. En lo personal, enseguida, más allá de que fue el entrenador con el que más me peleé, fue uno de los técnicos que si me decía: “Sergio, tenés que darte contra ese palo”, no lo pensaba; me daba contra el palo porque estaba convencido, creía en lo que él decía. Ni que hablar que los resultados ayudaron. Nos agarró y nos sacó campeones invictos en cuarta, después subimos, ganamos la liguilla, entramos a la Copa Libertadores. Se dio todo, porque también tenía un grupo de jugadores que entendíamos lo que él quería. Lo defendíamos a morir y él nos defendía a nosotros.

 

Sos un ícono contemporáneo de Wanderers, has estado buena parte de tu carrera en el club y seguramente vayas a ser el goleador histórico del club. ¿Cómo convivís con eso?

Si se da, sería algo único, maravilloso, que nunca me imaginé. Nunca fui goleador en las inferiores, pero se fue dando. Por ahí cambié cosas del juego, empecé a ser menos asistidor y a hacer más goles. Un día me dijeron que faltaban veinte, después faltan siete y está buenísimo. Sería hacer historia con el club que amo. No hay muchas más palabras para describirlo.

 

¿Qué sabés de Óscar Chelle?

Los goles que hizo. Podía haber hecho menos [risas]. Lamentablemente no sé mucho de él, nadie me ha contado cómo fue como jugador. Pero hizo algo muy difícil. Hacer 104 goles en un club es algo que no sé cuántos lo lograron en un equipo chico. Es un mérito enorme, en una época distinta. Cuando gente hace tanta historia en el club durante tanto tiempo, si mañana llega a pasarme algo increíble de llegar a los goles que hizo él, también te queda eso: estar tapando a alguien que hizo historia pura en el club.

 

Has dicho que te gusta mucho conocer la historia de tu club. ¿Cuál es la identidad de Wanderers?

Wanderers hoy tiene una identidad que arrancó por la época de Carreño. Capaz que antes, pero tengo uso de razón desde ahí. Antes de él el club no estaba bien, había descendido, no podía ascender. Esa es la imagen desde donde yo parto. Daniel hizo un equipo ganador, que se acostumbró a pelear arriba, que empezó a generar el “vamos a ganar jugando” y no como sea. Eso se fue enganchando. Vino Alfredo Arias, que coronó eso con un campeonato, luego vino Gastón Machado, ahora está Jorge Giordano, y el fútbol se mantiene. Hoy se sabe a qué quiere jugar Wanderers.

 

¿Lo que más te dolió en la carrera fue perder la final del Uruguayo 2013-14?

Tuve momentos fuertes. Me tocó quedar afuera de un Preolímpico el día antes, me tocó perder alguna otra final, me lesioné feo alguna vez. Pero sí, ese momento fue el que más me dolió. Aparte se juntó que no la pude jugar porque me rompí la rodilla el día antes, en la práctica, una pelota que no debí ir, pero que por mi forma de ser fui. Estar tan cerca te genera dolor. En su momento me costó recuperarme.

 

Has dicho varias veces que te cuesta salir del pozo de perder.

Después de ese día hay una anécdota. Estuve cuatro días en mi casa, sentado en el mismo lugar, con la misma ropa, sin salir a ningún lado. Me bañaba, me volvía a poner la misma ropa y así todos esos días. Fue fuerte. Hoy tengo la tranquilidad de haberle hecho vivir a la gente de Wanderers algo que nunca soñaron. Yo sí, yo lo soñé, yo lo prometí, estaba convencido de que se iba a dar en algún momento. Para Peñarol y Nacional salir campeón de un Apertura o un Clausura no es nada. Pero para Wanderers, para Fénix, para Plaza en su momento, para Rocha, es histórico. Quedamos en la historia del club. Hicimos el camino. No tuvimos la recompensa final, pero tuvimos una recompensa enorme de lograr lo que logramos.

 

¿Ese tipo de situaciones refuerzan para adelante?

Tengo una ilusión muy grande de ganar un Uruguayo. De repente antes no pasaba, sí querías hacer un buen campeonato, entrar a la copa, pero ahora tengo la ilusión de ganarlo, de salir campeón. Sentimos que estamos mucho más cerca que antes. Capaz que no se da, pero está, siento que ya hicimos algo muy bueno y podemos hacer algo mejor.

Vamos de viaje, ¿te acordás del orden de equipos en lo que jugaste?

Salí al América de México joven, con veinte años, después San Luis, volví a Wanderers, me volví a ir a México, a Dorados, otra vez Wanderers, luego al Shanghái de China, Nacional acá, otra vez al fútbol mexicano en Querétaro y Necaxa, Wanderers, Patronato en Argentina, volví a Wanderers, Sporting Cristal de Perú y acá de nuevo.

 

¿Por qué no se dio Europa?

Quedó pendiente. Siempre hubo rumores, pero nunca se concretó nada. Cada vez que hubo algo firme de Europa aparecía una oferta de México que rompía todo. México me cambió, me rompió la cabeza totalmente. Ojo, tampoco hubo un equipo de Europa que dijeras “me voy, es ahí”. Es un poco el debe, seguramente, de haber salido goleador uruguayo varias veces y no poder ir a probarme con los mejores.

 

¿Qué recuerdos tenés de la selección?

Estuve y la disfruté mucho, capaz que es lo que más disfruté en mi carrera. Cuando arranca el proceso del maestro Tabárez, que jugué los dos amistosos con Venezuela allá y acá, termino saliendo goleador uruguayo y me sale lo de China. Era perderse un poco, lo sabía, por eso pedí para buscar otro mercado para estar más cerca de la selección. Pero se dio así. Luego se consolidó mucho el grupo de Uruguay y se hizo muy difícil de entrar. A todos, no sólo a mí. Pasa que cuando arrancó ese proceso yo estaba. Antes era un cambio constante, jugabas tres partidos bien o hacías cuatro goles y estabas citado. Después, con Tabárez, ya no. Se cerró el grupo y creo que hizo bien, fue por el bien de la selección y del fútbol uruguayo.

 

El futbolista, pero en general el hombre, como ícono machista, parece no tener lugar para demostrar tristeza o debilidad, incluso llorar. Pero las hay. ¿Te pasó? ¿Cómo conviviste cada caso?

Obvio que me pasó. Lo sentí y lo hice. Igual yo tengo un defecto muy grande, que a su vez gracias a eso hice lo poco o mucho de mi carrera. Soy un tipo que disfruta muy poco las alegrías, los logros, y que sin embargo sufre mucho lo otro. Lo bueno es normal, porque me preparo todos los días para conseguirlo, para que me vaya bien. Entonces cuando me va bien lo tomo normal, trabajé para eso. Cuando me va mal, “puta madre, si hice todo para que me vaya bien”, ¿entendés? Ya no creo lograrlo, pero si en alguna parte de mi carrera hubiese logrado ese equilibrio tal vez disfrutaba más de las ganadas. Después, más que nada en Wanderers, sé que buena parte del ambiente está pendiente de mí. Entonces, si yo estoy bajón, que puedo estarlo, en el club no puedo demostrarlo. Si estoy positivo, sí puedo demostrarlo. Te limita el sentimiento real que tenés como persona. Pero es asumir la responsabilidad de saber lo que sos y cuánto repercute lo que hacés.

 

¿El Chapa Blanco esposo y padre cómo hizo para conciliar la vida de jugador con la familiar?

Es muy triste y crudo lo que voy a decir, pero el fútbol está primero. Soy feliz si el fin de semana gano, yo no soy feliz si pierdo, por lo menos me lleva dos o tres días normalizarme para pensar en el próximo fin de semana. Un día, hace mucho tiempo, estábamos paseando por Querétaro con mi señora, íbamos tomando mate y en un momento le digo, así como de la nada: “¿Sabés lo que me hace feliz? El gol me hace feliz. Y ganar”. Y ella me respondió: “¿Y recién te das cuenta?”. La otra bien clara es la del campeonato pasado. Último partido jugando contra Rampla, y Nacional jugando para salir campeón. Nosotros empatamos, y campeón Nacional. Llego a mi casa, muerto, al ratito llega mi hijo y se me viene a los gritos “¡papá, bien, clasificamos a la copa!”. Me da un abrazo y queda sorprendido porque como que no le correspondí la alegría. Me mira y le digo “sí, mi amor, pero no salimos campeones”. Él me repite lo de la clasificación a la Libertadores, se dio media vuelta y se fue. Ahí me quedé pensando que le tranqué la alegría con un mambo mío, también me acordé de que en el vestuario hice lo mismo, cuando ni siquiera dependíamos de nosotros y terminamos entrando a una Libertadores que no estaba ni en los planes. Era para disfrutar y no pude. Me di cuenta de que me equivoqué. Con lo único que me puedo escudar es porque si logré algo no sé si lo hice por las condiciones, seguramente ser así me haya ayudado mucho a lograr algo o a superarme.

 

¿Pensás en el futuro, cuando cuelgues los botines?

Estoy empezando a pensar. Me voy a preparar para entrenador. Me veo en eso, me gusta y necesito estar en el fútbol, ¿será masoquismo? [Se ríe]. He hablado con varios entrenadores y creo que va por ahí. Seba Eguren, que se retiró hace poco, me dijo que está bueno, que cambia la perspectiva. Veremos.

 

La última: ¿qué hacemos cuando se manche la pelota? ¿Se mancha la pelota?

Y... el Diego dijo que no. Qué difícil. Cuando se suspende un campeonato por violencia, cuando matan a alguien en una tribuna, no se mancha la pelota pero se mancha el deporte. Es jodido. Y ahora estamos en una situación muy jodida, porque estamos al límite de que lo que está mal parece que está bien. Parece que está bien que si perdés te vayan a apretar o si un rival te canta en contra entonces vas y das la vuelta para pegarle dos tiros o cagarse a piñas, parece que está bien que si tu equipo está perdiendo hagas cosas para suspender el partido. Y no están bien esas cosas. Ya sabemos que un delantero le puede errar al arco, que el arquero se la puede meter para adentro, que el árbitro se puede equivocar. ¿En serio creemos que lo hace de gusto? Yo la quiero meter, el arquero la quiere atajar y el juez quiere cobrar bien. Es nuestro trabajo. ¿Entonces por qué no aprendemos que eso forma parte del juego? Si estás en la tribuna tendrás derecho a juzgar, no digo que no, pero a tirar una piedra, a escupir o a insultar, no. Y lo amparan en el folclore del fútbol. No sé si está bien, el folclore es otra cosa. No puedo concebir, como persona, mañana estar en una tribuna con mi hijo y estar puteando descaradamente a alguien. No lo puedo concebir porque estoy transmitiendo cosas. Bueno... parece que sí, que está bueno transmitir esas cosas y que si mi hijo putea con diez años y yo lo filmo estoy orgulloso de eso. Estamos muy mal en ese sentido y hay que buscar formas de educar más.

Con 97 goles, Sergio Blanco está a solamente siete tantos de igualar la marca de Óscar Chelle, histórico goleador bohemio. Ambos, además, son los únicos jugadores de Wanderers que han logrado convertir cuatro goles en un solo partido. Chelle se los metió a River en 1947, mientras que Blanco se los hizo a El Tanque Sisley en 2013.

Pero el Chapa ya es líder de una tabla: la del máximo anotador del fútbol uruguayo en lo que va del siglo XXI. Según datos que nos aportó el propio jugador, es el primero de dicha tabla con 121 goles, anotados tanto en el club bohemio como en su paso por Nacional, dejando atrás a goleadores de la talla de Carlos Bueno, Ignacio Risso, Antonio Pacheco y Alexander Medina, estos tres ya retirados del fútbol profesional.




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